Salvador
Dalí, pinto muchos cuadros, plasmo parte de su imaginación en ellos, esos
cuadros le pertenecen porque son de su autoría,
pero no podemos decir que Dalí son los cuadros o que los cuadros son Dalí y
menos que Dalí y su obra son uno. La
obra de un artista no es el artista. De la misma forma, no podemos decir que
Dios es todo y que todo es Dios. Dios, es el creador de todo cuanto existe en
el mundo físico y en el mundo espiritual, él es el autor de la vida, todo fue
creado por él y para él, pero eso no quiere decir que Dios y su creación sean
uno. Dalí es una cosa y los cuadros otra, lo mismo pasa con Dios y su creación.
Una cosa es Dios y otra somos nosotros.
Tenemos
una semejanza espiritual con Dios, porque él así lo quiso, pero ¿Cuál es esa
semejanza? la capacidad de razonar, las emociones y la voluntad, ¿Por qué? Para que podamos tener una relación personal
con él. También creó todo único, todos los seres humanos tenemos dos ojos, una
boca, una nariz, un par de orejas, dos brazos, dos piernas…Pero todos somos
distintos, lo mismo sucede con el resto de la creación. En esto podemos ver
parte de la grandeza de Dios, él puede hacer las cosas únicas. Esto nos hace especiales pero no divinos
porque no hay ninguna divinidad en nosotros, no somos parte de Dios, no somos
una manifestación de Dios; cada uno de nosotros somos su creación única y especial.
Como
dijo un niño, Dios es tan grande, tan gran, que no tiene que ir a ningún lado
porque todo lo llena. Su presencia está en todas partes y al mismo tiempo, es
como colocar una pequeña piedra en la palma de la mano y cerrarla. Por eso,
para buscar a Dios no tenemos que ir a ningún lugar, tampoco tenemos que
adoptar una posición especial, ni entrar en meditación profunda y buscarlo
dentro de nosotros. Dios tampoco es una energía que pueda ser canalizada.
Como
seres únicos y especiales que somos, nacemos una vez en el mundo físico y morimos
una sola vez (aunque la muerte tiene tres planos). Nuestro cuerpo físico muere,
pero no nuestro espíritu. No, reencarnamos de nuevo en otra persona o animal,
según nuestras acciones. No es verdad que si una
persona vivió haciendo el mal, podrá volver a vivir una nueva vida,
colmada por la desgracia para pagar así por sus culpas concernientes a su vida
pasada, y si vivió justamente, regresara a vivir en un ambiente pleno, sin
mayores inconvenientes o sobresaltos. Las antiguas civilizaciones no creían
en la reencarnación, ellos alistaban a sus difuntos para el más allá y no para
regresar de nuevo a vivir en esta tierra.
Está establecido para los hombres, morir una
sola vez y luego ser juzgados. Después de la muerte, nuestro espíritu sigue
consiente de quien es, no olvida sus recuerdo y vivencias; seguirá
experimentando emociones. Después de la muerte física, viene
la Vida Eterna o la Muerte Eterna. Solo Tenemos dos opciones de cómo vivir esa eternidad: en dicha o en desgracia.
El
mal y el bien ¿relativos, subjetivos, duales? existen, como existe el blanco y
el negro, el día y la noche, el frio y el calor… El bien, es mayor que el mal, siempre domina,
así que no hay dualidad, el bien, triunfa sobre el mal. El bien y el mal están
determinados y definidos por lo que es Dios. La moralidad está determinada por
la soberanía de Dios, pues él es el creador, autor y sustentador de la vida. La determinación de lo que es
bueno o malo, ético o no, no está basado en una situación, sino más bien en el
mandato de Dios. Dios tiene la autoridad para gobernar sobre el bien y el mal,
y estos están definidos
por quién es Dios.
¿Usted como hijo de
sus padres no tiene que acatar las reglas que ellos han dispuesto para sus hijos?
Si, esto es así, ¿Por qué sería esto distinto
con Dios?
La naturaleza de Dios es el amor. El amor no es
egoísta, siempre considera a los demás, nunca busca su propia gloria o placer. La
naturaleza del ser humano es egoísta, contraria al amor. Por eso estamos
separados de Dios, por nuestra
naturaleza… pues en este caso los opuestos no se atraen sino que se repelen.
Entonces, pregunto ¡¿Qué divinidad puede haber en
nosotros, si no somos parte de Dios, sino su creación especial, y si somos
contrarios a su naturaleza?! ¡Ninguna, no somos pequeños dioses!
Aparte de ser egoístas, somos rebeldes, queremos
tener el control de nuestra vida sin sujetarnos a las leyes establecidas por
Dios; largas polémicas de que “hacer o no hacer” son debatidas… Siempre queriendo justificar nuestros actos
para no ser juzgados, ¿será por esto que pensar, que el bien y el mal son relativos
o subjetivos, es tan atractivo?
En el principio, la primera pareja de humanos, solo
conocía el bien, pero tomo la decisión de conocer el mal y quedaron infectados y dominados por el mal; el cual se ha heredado
de generación en generación, formando parte de nuestro ADN espiritual. A este
conocimiento del mal, Dios lo llama pecado, ahora nuestra naturaleza es
pecaminosa, porque de continuo hacemos el mal. Si analizamos a un niño de dos
años, podemos ver la pataleta que hace porque no se le da lo que quiere, o el
egoísmo al no querer prestar sus juguetes a otros niños, ¿de dónde provienen
estos sentimientos de ira y egoísmo en un niño tan pequeño? ¿Por qué tiene esta
clase de sentimientos si es un niño pequeño?...
Dios, en un acto bondadoso y misericordioso, quiso
acercar al hombre de nuevo a su presencia, ¿Cómo? justificándolo.
Si una persona se desangra ¿Qué pasa? se muere,
¿Por qué? porque la vida está contenida en la sangre. Dios el creador de todo,
nos dio la sangre para vivir.
Hay un dicho que reza “mueren justos por pecadores” ¿qué quiere
decir esto? Que alguien bueno debe tomar el lugar del pecador para que este
pueda vivir. En la antigüedad, el pueblo
de Israel, tenía que hacer sacrificios de animales, estos debían ser machos y
primogénitos, sin defectos físicos, ¿Por qué animales? porque ellos son puros,
en ellos no hay maldad. Debían degollar al animal y rociar su sangre, pero
antes de esto colocaban la mano sobre la cabeza del animal, haciendo una
transferencia simbólica de los pecados. Esa sangre derramada era la que les
otorgaba el perdón de Dios por un año. Pero
a Dios no le agradaron esos holocaustos, entonces busco en la tierra una
persona que hiciera lo bueno, para que se pusiera en la brecha que había entre
Dios y el hombre, pero no encontró uno solo que hiciera lo bueno.
Dios al ver esto, toma la decisión de venir al
mundo, una parte de él nace como un ser humano; no es engendrado por un hombre,
sino por él mismo, por su Espíritu Santo, ¿Por qué? porque si era engendrado
por un hombre no sería el Hijo de Dios, y nacería con la condición de pecador
que todos llevamos a cuestas.
El Hijo de Dios, Jesucristo, tiene la misma
naturaleza de Dios. Su misión acá en la tierra era la de anunciar que el reino
de Dios se ha acercado a los hombres, y otorgar el perdón de Dios, a cada ser
humano a través de su muerte, y la vida eterna por medio de su resurrección;
cuando Jesús fue crucificado, sucedieron dos cosas, la primera fue que se hizo
pecado (porque en él no había pecado) hay una ley de Dios que dice: "se
hace maldito todo el que es colgado de un madero”. Al estar Jesús colgado de
esa cruz de madera, Dios hace cumplir su ley sobre él y lo maldice, por eso
Jesús dijo “¿Padre, por qué me has abandonado?” La segunda, Dios, hace
transferencia de todos los pecados de toda la humanidad a su Hijo que cuelga de
esa cruz; Jesús, murió desangrado por todos los latigazos que recibió, esa es
la sangre que nos limpia y nos otorga el perdón de Dios y la vida eterna en el
reino de Dios. Esto es posible para todo el que cree, que esto es así.
En esto se manifestó
el amor de Dios en nosotros: en que Dios ha enviado a su Hijo unigénito al
mundo para que vivamos por medio de Él.
No tenemos que buscar hacer las cosas por nosotros
mismos para ser justificados delante de Dios, él ya nos justificó, porque tanto
nos ama que nos dio a su Hijo para que por medio de él podamos estar de nuevo
en su presencia. Él quiere el bienestar de todos.
El conoce a la perfección nuestra naturaleza
pecaminosa, y sabe que somos esclavos de ella. Pero para el que cree, todo es
posible; Cuando tomamos la decisión de recibir el perdón de Dios, él nos da su
Espíritu Santo para que viva en nosotros, y nos conduzca a toda verdad, nos
ayude a ser como él, a ver, pensar, sentir y actuar como Dios. Ahora somos
templo del Espíritu Santo de Dios, que mora en nuestro interior, en este punto
es donde comienza nuestra vida espiritual, ahora somos seres de luz, antes no. Nuestro
desarrollo espiritual ha comenzado y es paulatino.
Alcanzar
el conocimiento de Dios a través del auto-desarrollo espiritual, la intuición
directa, o las relaciones individuales especiales, no es posible. No necesitamos la guía de ningún espíritu
guía, ni de maestros ascendidos, solo la ayuda del Espíritu Santo de Dios, sin él, no
podemos desarrollarnos espiritualmente, simplemente porque nuestra naturaleza
es contraria a la de Dios, no podemos alcanzar algo que no tenemos y no
conocemos. Necesitamos nacer espiritualmente, y solo es posible por medio de la
fe o de creer en Jesucristo, él es quien nos muestra el camino de regreso al
Padre.
Ninguna nueva
era de iluminación y transformación está llegando. Todo ya está determinado
para la creación de Dios, las reglas, las leyes ya han sido dadas La era de
acuario no es más que una fusión de filosofía, religión y ocultismo, el
resultado doctrinas sin ninguna coherencia sustancial, un sincretismo
religioso… mucho fuego artificial pero poca luz.
¡Asegúrate de
que la luz que crees tener no sea en realidad oscuridad!
El Dios que hizo el mundo y todo lo
que hay en él, es Señor del cielo y de la tierra. No vive en templos construidos
por hombres, ni se deja servir por manos humanas, como si
necesitara de algo. Por el contrario, él es quien da a todos la vida, el
aliento y todas las cosas. De un solo hombre hizo todas las
naciones para que habitaran toda la tierra; y determinó los períodos de su
historia y las fronteras de sus territorios. Esto lo hizo Dios
para que todos lo busquen y, aunque sea a tientas, lo encuentren. Él ha fijado
un día en que juzgará al mundo con justicia, por medio del hombre que ha
designado, Jesucristo. (NVI) Hechos 17:24-27,31.