Jesús Esperanza de Gloria

Jesús Esperanza de Gloria

martes, 29 de octubre de 2013

NUMEROS: LA VIDA CRISTIANA INCOMPLETA

por Ray C. Stedman


El Pentateuco, los primeros cinco libros de la Biblia, siguen el curso del recorrido espiritual de una persona desde el pecado a la fe y a la glorificación en Cristo. Todo el Antiguo Testamento fue escrito a fin de que pudiésemos ver de una manera gráfica lo que afirma el Nuevo Testamento que es cierto y que confirma. El Nuevo Testamento nos dice que todos los acontecimientos en los que se vio Israel involucrado sucedieron como un ejemplo para nosotros y que fueron escritos para nuestra enseñanza puesto que son imágenes de lo que tendremos que pasar, al seguir adelante en Jesucristo. (1ª Cor. 10:11)

Ahora bien, el libro de Génesis es una imagen de la humanidad con toda su profunda y apremiante necesidad. Es un retrato del aspecto que tenemos como resultado de la caída del hombre y la consiguiente necesidad que tenemos de Dios en nuestra vida. Del Exodo al Deuteronomio, nos encontramos con el camino recorrido entre Egipto y Canaan, que viene a ser como una imagen del camino que debe de recorrer el cristiano al pasar de la esclavitud del pecado a la libertad de la victoria en Cristo, de la victoria en medio de sus enemigos. Este es exactamente el recorrido espiritual que nos ha llamado Dios a hacer, por lo que estos libros son de una enorme ayuda para nosotros. Si lee usted el Antiguo Testamento solo como la historia de los sucesos de la antigüedad sobre personas que hace ya muchísimo que desaparecieron, resultará la lectura más insulsa y aburrida que pueda encontrar. Sin embargo, si lo lee como una imagen de lo que está sucediendo en su vida, gráficamente representado en términos de estas personas de la antigüedad, se encontrará con que la lectura es realmente fascinante.
El libro de Exodo es una imagen del poder libertador de Dios. En él nos encontramos con tres importantes acontecimientos del principio de la vida de Israel: la Pascua en Egipto, el momento en que el pueblo cruza el Mar Rojo y la entrega de la ley sobre el Monte Sinaí, que coinciden con la obra que está haciendo Dios en nosotros. Al igual que sucedió en el caso de los israelitas en la Pascua, donde la sangre había sido rociada por ellos, también nosotros somos conscientes de que el ángel de la muerte ha pasado sobre nosotros gracias a la sangre que derramó Jesucristo en la cruz y gracias a ese suceso, fuimos salvos. También nosotros atravesamos el Mar Rojo cuando declaramos abiertamente nuestra redención en Cristo y cortamos con los lazos que nos unían con el mundo. Llegamos al desierto y escuchamos la ley de Moisés cuando empezamos a aprender, tal vez por primera vez en nuestra vida, la clase de Dios con el que teníamos que tratar, un Dios totalmente santo, justo y consistente consigo mismo.
El libro de Levítico aprendemos cómo adorar, lo que exige esta clase de Dios y como un Dios de una santidad insuperable puede morar en los hombres y las mujeres como nosotros. Aquí descubrimos los medios de los que se vale Dios para hacer posible la relación necesaria entre Dios y el hombre.
Llegamos ahora al libro de Números y en él hallamos, dramáticamente expuesto, lo que es posiblemente la lección más difícil que tiene que aprender el cristiano, a confiar en Dios en lugar de confiar en su propia razón, que es nuestra lucha ¿no es cierto? Estamos convencidos de que lo que queremos hacer y cómo lo queremos conseguir es lo correcto. La lucha más dura que tenemos, de la misma manera que les sucedió a aquellos israelitas, es aprender a creer que Dios sabe de qué está hablando y que lo que nos dice es la verdad, y es para nuestro propio bien, y actuar conforme a esa base, a pesar de lo que las amistades y otras personas a nuestro alrededor puedan decirnos con respecto a lo que está bien. Proverbios lo dice de una manera muy gráfica: "Hay un camino que al hombre le parece derecho, pero que al final es camino de muerte. El libro de Números es una imagen de esta experiencia del creyente.
Como es natural, reconocerá usted que esa es la experiencia de Romanos 7 donde el cristiano desgraciado y derrotado, que es su propio y peor enemigo, está siendo disciplinado por Dios porque él es un padre que le ama. Está experimentado en medio de esa disciplina, el amor del padre y la preocupación de Dios al tiempo que está siendo protegido de su enemigo. Eso es lo que presenta gráficamente el libro de Números. Es una imagen de un pueblo que ha salido de Egipto, pero que no ha llegado aún a Canaan. Tuvieron la fe necesaria para seguir a Dios, quedando libres de la esclavitud del pecado, pero no han llegado todavía a la plenitud de la libertad y del descanso del Espíritu Santo, siendo Canaan la imagen de una vida llena del Espíritu.
Este libro está dividido en tres segmentos. El primero es el que está incluido entre los capítulos uno al diez y es una imagen de la provisión de Dios y la guerra. Israel se enfrenta con dos necesidades imperiosas al caminar desde el Monte de Sinaí, donde fue dada la ley, hasta que llegaron al norte cruzando por el desierto de Parán hasta hallarse junto a la tierra prometida, la tierra de Canaan. Necesitarían ser guiados por el camino, porque se trataba de un desierto sin senderos y además necesitarían protección porque el desierto estaba ocupado por tribus feroces y hostiles que se opusieron al pueblo de Israel cada vez que se dieron la vuelta.
Reconocerá usted que todo esto es una imagen exacta de nuestra necesidad ¿no es así? Nosotros necesitamos ser guiados por causa de las inteligentes sutilezas de este mundo en el que vivimos y la facilidad con que podemos ser engañados y descarriarnos y necesitamos protección por causa de los enemigos entre los que vivimos, los que están entre nosotros y a nuestro alrededor, que nos derrotarían si pudiesen.
En esta sección que comienza con la manera en que está situado el campamento, debemos de fijarnos en dos cosas, el lugar donde se encuentra situado el tabernáculo rodeado por todas partes por las tribus y una serie de hombres armados de Israel. Estas son imágenes que nos muestran la necesidad de defendernos en contra de los enemigos de Dios. Dios provee la estrategia y los recursos necesarios para hacer frente a cada enemigo que aparezca en nuestro camino. No está solo el orden del campamento (el tabernáculo rodeado de las tribus), sino también la nube que cubre el campamento de día y la columna de fuego de noche, siendo todo ello (el tabernáculo, la nube y la columna) imágenes de la gran verdad del Espíritu Santo que mora en nuestro interior. Tenemos a Dios entre nosotros y esa es una gran verdad. El puede dirigirnos y guiarnos a través del desierto del mundo, guiándonos por medio de su Palabra. Somos guiados por la nube y por el fuego, de la misma manera que lo fue el pueblo de Israel, y debemos obedecer a esa dirección. Este es todo el potencial que necesitamos para llevarnos del lugar de la ley (el conocimiento de la santidad de Dios) al descanso en el Espíritu, que representa la tierra de Canaan. Tenemos todo cuanto necesitamos, de igual modo que lo tenía Israel.
Pero ¿qué sucedió? La mayor parte de este libro, del capítulo once hasta el veintiuno, es una descripción de la murmuración y la rebelión de este pueblo. Es un hecho realmente extraordinario, pero uno del que prácticamente todos los pastores y todos los padres son plenamente conscientes y es que la rebelión y la desobediencia intencional a Dios comienzan siempre con murmuraciones y continuas quejas. Siempre que se de usted cuenta de que se está empezando a quejarse, a murmurar y a cuchichear además de emprender una campaña de críticas mordaces en contra de las circunstancias en las que se encuentra, sabrá que se está al borde de la rebelión, porque así es como empieza siempre. Como vemos, hay tres clases de murmuraciones, tres niveles de quejas, que se producen durante el viaje por el desierto.
Para empezar estaban las quejas del pueblo en contra de las circunstancias. Se quejaron del mana y la falta de agua, de la carne y del desierto mismo. Estaban siempre murmurando. Era su deporte favorito, que al parecer practicaban al aire libre, y lo hacían de día y de noche. Nada les parecía bien, ni siquiera el maná, algo que Dios suplía de manera milagrosa todos los días. ¿Me pregunto si sabe usted lo que representa el maná en su vida? Es una figura que representa al Espíritu Santo. Porque dicen que el maná, tenía gusto a aceite y miel mezclados sobre un barquillo fino y tanto el aceite como la miel son figuras que representan al Espíritu Santo y se alimentaban con eso, pero no era más que una oblea muy fina y no era suficiente para satisfacerles, aunque sí lo era para sustentarles porque Dios no tuvo nunca la intención de que tuviesen que permanecer durante tanto tiempo en el desierto, sino de que llegasen a la tierra de Canaan y comenzasen a alimentarse de los abundantes alimentos que encontrarían allí, pero se hartaron del maná. ¿Quién no estaría harto de maná después de comerlo durante cuarenta años, cuando era algo que solo se pretendía que comiesen en principio durante unos pocos días? Tenían que comerlo en el desayuno, al mediodía y para cenar, sin tener otra cosa que no fuese maná, siempre maná, hasta que por fin empezaron a quejarse y a rebelarse.
Pero Dios no tenía la culpa porque nunca se pretendió que el maná fuese un alimento que les satisficiese, sino sencillamente una provisión temporal hasta que llegasen a la plenitud de la tierra, de la manera que Dios no había pretendido que sucediese y que se viesen obligados a vivir la experiencia del escaso contacto con el Espíritu Santo como una experiencia de derrota cristiana. Lo que hay que hacer es seguir adelante y vivir en la tierra de la abundancia y allí es donde nos sentimos satisfechos.
El pueblo también se quejaba por la falta de carne, de modo que Dios les dio carne durante un mes hasta que se pusieron enfermos y entonces se quejaron de la abundancia de carne y así una y otra vez. Al quejarse se acordaban siempre de Egipto y esa es una imagen de nosotros, que tiene que ver con la experiencia de la degeneración cristiana. ¡No pensaban más que en la carne, los melones, los pepinos, los puerros, las cebollas y los ajos de Egipto. ¡Imagínense lo que es soñar con esa clase de alimentos! Pero era lo que representaba Egipto para ellos. No pensaban para nada en Canaan porque no lo habían experimentado aún, lo único que, por lo tanto, podían recordar era el mundo del que procedían. Como dijo el Comandante W. Ian Thomas en su libro "The Saving Life of Christ:
¿De qué son imagen estos alimentos? ¡El pepino es una indigestión de ocho centímetros de largo! Los puerros, las cebollas y los ajos tienen una propiedad bastante peculiar, pues son la clase de alimentos que se comen en privado, pero que todo el mundo sabe que hemos comido.
Pero esta queja contra las circunstancias en las que se encontraban fueron motivo de que Dios les juzgase de tres maneras diferentes: mediante el fuego, la plaga y las serpientes venenosas. Me pregunto si ven ustedes en cada una de estas imágenes el resultado inevitable del gimoteo, de la queja y de la murmuración como cristianos. Cuando empezamos a quejarnos por el lugar en el que nos ha colocado Dios y la clase de gente entre las que nos ha puesto, y la clase de alimentos que tenemos que comer y las demás circunstancias de nuestra vida, descubrimos el fuego del chismorreo, del escándalo y de la calumnia; la plaga de la ansiedad y de la tensión nerviosa nos consumen en nuestra vida diaria y el veneno de la envidia y de los celos aparecen en nuestra vida, robándonos de nuestras energías y estas cosas son inevitables.
No solo es que los israelitas murmurasen en contra de sus circunstancias, sino que hubo varias ocasiones en que murmuraron en contra de la bendición de Dios. ¡Imagínense! Llegaron por fin junto a Canaan, hasta hallarse junto a la frontera misma de Cades-Barnea y allí Dios les dijo: "Ahora moveos de prisa y poseed la tierra. Habían enviado a los espías y se habían enterado de que era una tierra en la que fluían la leche y la miel. Los espías regresaron trayendo consigo unas uvas tan grandes que tenían que llevarlas en un palo entre los hombros de dos hombres debido a lo mucho que pesaba el racimo, pero también sabían que era una tierra llena de gigantes y les daba miedo seguir adelante, creyendo que los gigantes eran superiores a Dios por lo que se negaron a seguir adelante y recibir la bendición. Se opusieron a los esfuerzos que hizo Dios por bendecirles y aunque se alegraron de encontrarse lejos de Egipto, no estaban dispuestos a entrar en Canaan. Por eso fue por lo que tuvieron que vagar durante cuarenta años en el desierto. El juicio inevitable con el que se tuvieron que enfrentar fue que si no querían seguir adelante y recibir la bendición, tendrían que experimentar el impacto de su fracaso por haberse negado a someterse al plan de Dios.
Son muchos, muchos los cristianos que viven actualmente de esa manera, justo en medio de un espantoso desierto, viviendo con un suministro mínimo del Espíritu Santo, el suficiente como para mantenerse, pero eso es todo. Se pasan la vida quejándose, murmurando continuamente en contra de sus circunstancias, a pesar de lo cual no están dispuestos a entrar en la tierra que Dios ha provisto para ellos de una manera tan absoluta. Ese es el problema que tienen muchos. Si bien podemos ser sustentados en el desierto, no se sentirán ustedes nunca satisfechos en él, nunca. Y por eso es por lo que la experiencia del desierto se caracteriza siempre por una actitud de queja y de interminable crítica de algo o de alguien. En este libro no terminó nunca hasta que una nueva generación estuvo lista para entrar en la tierra. Dios dijo: "En este desierto caerán vuestros cadáveres, todos los que fuisteis contados en vuestro censo, de 20 años para arriba, y que habéis murmurado contra mi...con la excepción de Caleb hijo de Jefone y Josué hijo de Nun. (Núm. 14:29-30) Ellos fueron hombres de fe y pudieron entrar.
Por lo tanto, hasta que no empezamos nuestra vida de nuevo y no llegamos al final de nosotros mismos y parece casi como si estuviésemos empezando en la vida cristiana, cuando podemos seguir adelante, después de habernos opuesto a la obra del Espíritu que deseaba llevarnos a la tierra. Este es el motivo de que haya tantos cristianos que no parecen nunca alcanzar la victoria, hasta que no experimentan una crisis, un nuevo principio y entonces entran en la tierra.
Los israelitas tenían otra ocupación en el desierto, aparte de murmurar, y era la de enterrar. La característica del desierto es que es una tierra de muerte. ¿Ha pensado usted alguna vez en la cantidad de israelitas que murieron en el desierto durante esos cuarenta años? Este libro comienza con un censo en Israel y había un total de 603.00 hombres, hombres que se disponían a ir a la guerra, que tenían por lo menos veinte años. Seiscientos tres mil de ellos y la mayoría de ellos estaban casados, lo cual significa que había igual número de mujeres, además de los niños que estaban en el campamento. Muchos han calculado que el total de la población en aquellos momentos debían de pasar a gusto de los dos millones de personas. Pero en el desierto, en espacio de cuarenta años, murieron un millón doscientas mil personas de ellas, un promedio de un 82 por ciento, de modo que todo el tiempo estaban participando en grandes entierros y el desierto no era otra cosa que un enorme cementerio. No es de sorprender que se tuviesen que trasladar con tanta frecuencia. Podemos imaginarnos el por qué, ya que estuvieron muriendo literalmente veintenas de personas cada día durante esos cuarenta años. ¡Qué imagen de lo que dice en Romanos! "Porque la intención de la carne es muerte. (Rom. 8:6)
Finalmente, tenemos una última forma de la murmuración: en contra de la autoridad. ¡Se quejaban de sus circunstancias, en contra de los esfuerzos que realizaba Dios por bendecirles y en contra de la autoridad de Dios expresada por medio de Moisés! Decían: "Todo el pueblo es santo. Moisés y Aarón, ¿por qué actuáis como si fueseis mejores que nosotros? Todo el pueblo de Dios era santo en su propia opinión. Se juzgaban a sí mismos conforme a sus propias normas y, por ello, se revelaron en contra de la autoridad entre ellos, debidamente constituida. Se opusieron con todas sus fuerzas a que aquellos dos fuesen más que ellos.
¿Se ha fijado usted que esa es otra de las características del cristiano derrotado? Siempre se considera suficientemente santo y se siente ofendido si alguien le lleva la delantera o ejercita cualquier clase de autoridad y es precisamente lo que hizo el pueblo.
Dios se enfrentó con esta actitud mediante el más duro juicio de todos. Hay un dramático relato acerca de la rebelión de Coré y de Abiram, cuando desafiaron abiertamente la autoridad de Moisés y de Aarón. Dios dividió el campamento por la mitad y dijo: "Moisés y Aarón colocaos a este lado, Coré y vuestro grupo al otro y el pueblo allí. Y luego dijo: "Echaos atrás. Os voy a mostrar quién tiene la autoridad aquí. Hizo que Moisés dijese: "Si estas personas viven sus vidas como personas corrientes, será señal de que Dios no está conmigo, pero si Dios hace algo completamente nuevo y la tierra se abre bajo sus pies y se las traga vivas, será una muestra de que Dios está conmigo. Y al decir estas palabras, se abrió la tierra bajo los pies de Coré y de Abiram y todas sus familias y descendieron vivos al hoyo. De esta manera, Dios dejó clara su autoridad por medio de Moisés juzgándoles de una manera tan extraordinaria. Cuando nos revelamos en contra de la autoridad, Dios nos juzga con gran severidad.
Resulta interesante que mientras sucedían estas cosas, continuaron las murmuraciones, a pesar de la gravedad del juicio, hasta que pasaron dos cosas. Una de ellas estaba relacionada con la rebelión de Coré y de Abiram y la otra con las serpientes que vinieron y les mordieron cuando se quejaron de la comida. ¿Recuerdan ustedes lo que hizo Moisés para acabar con la rebelión al morir Coré y Abiram? Todos los que estaban al frente de las doce tribus cogieron sus varas y las colocaron delante del Señor. La de Aarón estaba incluida entre ellas, y cuando regresaron por la mañana, se encontraron que a la vara de Aarón le habían salido ramas y las ramas habían florecido y le habían salido frutos y colgaban almendras de las ramas, y todo eso aconteció durante la noche. De las doce varas, solamente floreció la de Aarón. Esta es una imagen de la vida de la resurrección. Dios nos está diciendo de este modo que los únicos que tienen derecho a tener autoridad son los que caminan en la plenitud y el poder de la vida de la resurrección.
A continuación se quejaron de la comida y él envió a serpientes venenosas entre ellos. En el tercer capítulo de Juan nuestro Señor se refiere a esta historia. Moisés puso remedio a los efectos del veneno levantando la vara de bronce como un poste y todos los que lo miraban se sanaban. Por medio de esto Dios nos está diciendo que el único remedio que se puede aplicar al pecado, incluso en el caso del cristiano, es mirar a la cruz y la manera que odia totalmente toda empresa humana y toda dignidad, basando la vida cristiana solo en el principio de la vida de la resurrección de Jesucristo. "Y como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así es necesario que el Hijo del Hombre sea levantado. (Juan 3:14)
La última parte del libro, los capítulos veintiuno al veintiséis, es un relato extraordinario de la protección a pesar del fracaso. En ellos hallamos la victoria sobre los enemigos que les rodeaban, las fuerzas exteriores del rey Arad, Sihon, Og, Rey de Basan y los esfuerzos de Balaam, el falso profeta, por minar al pueblo de Dios, que lo que consiguió fue mayores bendiciones. Todo ello nos está diciendo sencillamente, por medio del lenguaje más descriptivo que puede hallar Dios, que a pesar de que nosotros somos desobedientes, aunque vagamos por el desierto de la derrota, de la desesperación y de la carencia año tras año tras año, a pesar de ello, el Espíritu Santo jamás nos abandonará. Incluso en medio de nuestra debilidad nos protege de nuestros enemigos y nos libra de la derrota absoluta. ¡Qué libro tan extraordinario! Pero qué imagen de lo que resume Pablo con esta frase tan aguda: "¡Miserable hombre de mí! ¿Quién me librará de este cuerpo de muerte? (Rom. 7:24) Por eso es por lo que tenemos que pasar al Deuteronomio, donde vemos la segunda ley, la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús.
Oración
Padre, te damos gracias por estas situaciones tan gráficas, no solo por haber sido escritas para nosotros, sino vividas por hombres y mujeres como nosotros. También te damos gracias por este libro tan maravilloso, que se ha conservado con tal exactitud, tan hábilmente escrito, gracias al cual podemos aprender la verdad, si tan solo nos lo proponemos y descubrir de qué trata la vida exactamente. Enséñanos, Señor, a dejar atrás el árido desierto de nuestras vidas de frustración y a empezar a descansar en la gloriosa provisión de la vida de nuestro Señor Jesús, que mora en nosotros, a dejar atrás el desierto y llegar a la tierra, a rechazar la frustración de una imitación de la vida cristiana y a comenzar a disfrutar una vida vivida en el poder del Espíritu Santo. Te damos gracias por esta provisión. En el nombre de Jesús, amen.



Nº de Catálogo 204
Números
15 de Noviembre, 1964
Cuarto Mensaje

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sábado, 26 de octubre de 2013

¿Jesús fue al Infierno entre Su muerte y resurrección?


 Hay una gran confusión respecto a esta pregunta. Este concepto respecto a que Jesús fue al infierno después de Su muerte en la cruz, viene primeramente del Credo de los Apóstoles, el cual declara, “Él descendió al infierno”. Hay también algunas Escrituras en las que, dependiendo cómo estén traducidas, describen a Jesús yendo al “infierno”. Al estudiar este punto, es importante comprender primeramente lo que la Biblia enseña acerca del “lugar” de la muerte.

En las Escrituras hebreas, la palabra usada para describir el lugar de la muerte es “Seol”, y simplemente significa “lugar de los muertos” o el “lugar de partida de las almas / espíritus”. La palabra griega utilizada en el Nuevo Testamento para Seol es “Hades”, que también se refiere al “lugar de los muertos”. Otras Escrituras en el Nuevo Testamento indican que tanto el Seol como el Hades, son un lugar temporal, donde las almas son guardadas en espera de la resurrección y el juicio final. Apocalipsis 20:11-15 nos da una clara distinción sobre estos dos. Infierno (el lago de fuego) es el lugar final y permanente del juicio para los perdidos. El Hades, entonces, es un lugar temporal. Mucha gente habla del Hades y el lago de fuego como si fuera el "infierno", y esto causa confusión. Jesús no fue a un lugar de tormento después de Su muerte, pero sí fue al Hades.

El Seol / Hades es un lugar con dos divisiones: un lugar de bendición y un lugar de juicio (Mateo 11:23; 16:18; Lucas 10:15; 16:23; Hechos 2:27-31). La morada tanto de los salvos como de los perdidos generalmente se llamaba “Hades” en la Biblia. La morada de los salvos también era llamada “Paraíso” y “El seno de Abraham” en Lucas 23:43 y Lucas 16:22. La morada de los no salvos es llamada “infierno” o “Hades” en Lucas 16:23. Las moradas de los salvos y los perdidos estaban separadas por “una gran sima” (Lucas 16:26). Cuando Jesús murió, fue al lado bendito del Seol y, desde allí se llevó a los creyentes con Él al cielo (Efesios 4:8-10). El lado de juicio del Seol / Hades, ha permanecido sin cambio. Todos los muertos no creyentes, van ahí para aguardar el futuro juicio final. ¿Fue Jesús al Seol / Hades? Sí, de acuerdo con Efesios 4:8-10 y 1 Pedro 3:18-20.

Parte de la confusión proviene de pasajes tales como el Salmo 16:10-11, “Porque no dejarás mi alma en el Seol, ni permitirás que tu santo vea corrupción. Me mostrarás la senda de la vida...”. La traducción correcta en este versículo no es “Infierno” como está en algunas traducciones. Lo correcto es “Seol” o “la tumba”. Jesús le dijo al ladrón que estaba junto a Él en la cruz, “Hoy mismo estarás Conmigo en el Paraíso”. Él no dijo: “Te veo en el infierno”. Su cuerpo estaba en la tumba; Su alma / espíritu fue a estar con los bendecidos en el Seol / Hades. Desafortunadamente, en muchas traducciones de la Biblia, los traductores no son consistentes, o no traducen correctamente el significado de las palabras hebreas y griegas para “Seol”, “Hades”, e “infierno.”

Algunos opinan que Jesús fue al “infierno” o sea, al lugar de sufrimiento del Seol / Hades, para ser después castigado por nuestros pecados. ¡Esta idea es completamente antibíblica! Fue suficiente la muerte de Jesús en la cruz y Su sufrimiento en nuestro lugar, lo que proveyó nuestra redención. Fue el derramamiento de Su sangre lo que justificó nuestra limpieza del pecado (1 Juan 1:7-9). Mientras Él colgaba de esa cruz, Él puso sobre Sí mismo la carga del pecado de toda la raza humana. “Por nosotros lo hizo pecado”. 2 Corintios 5:21 dice: “Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en Él”. Esta imputación del pecado nos ayuda a comprender la lucha de Cristo en el huerto de Getsemaní con la copa del pecado que sería vertida sobre Él en la cruz.

Al acercarse la muerte, Jesús dijo: "Consumado es" (Juan 19,30). Su sufrimiento en nuestro lugar fue completado. Su alma/espíritu fue al Hades (el lugar de los muertos). Jesús no fue al "infierno" o al lado del sufrimiento del Hades; fue al "Seno de Abraham" o al lado bendito del Hades. El sufrimiento de Jesús terminó en el momento de Su muerte. El pago por el pecado fue hecho. Entonces esperó la resurrección de Su cuerpo y Su regreso a la gloria en Su ascensión. ¿Fue Jesús al infierno? No. ¿Jesús fue al Seol / Hades? Sí.


Escrito por Got Questions.org
https://www.gotquestions.org/Espanol/Jesus-infierno.html

miércoles, 16 de octubre de 2013

LEVITICO: EL CAMINO DE LA SANIDAD

por Ray C. Stedman

¿Ha hecho usted alguna vez un recorrido por la Biblia para encontrarse atascado en el libro de Levítico? Lee usted todo el Génesis sin problema, aprendiendo acerca de Abraham, Isaac y Jacob y todo lo que les sucedió. A continuación sigue con la lectura de Exodo, donde se encuentran incidentes tan dramáticos como puedan ser la confrontación de Moisés con el Faraón en la corte de Egipto, la separación del Mar Rojo y la entrega de la Ley. Y entonces comienza a leer Levítico. Una vez que ha leído laboriosamente las ofrendas llega al sacerdocio, a las ceremonias, a todas las restricciones sobre el régimen y las especificaciones sobre la vestimenta del sumo sacerdote y las diferentes y extrañas funciones y fiestas. Para entonces, su interés se ha esfumado, se ha quedado usted sin fuerzas y pone fin a su lectura de la Biblia. ¿No estoy en lo cierto? Soy consciente de que este libro resulta un poco difícil y da la impresión de ser muy árido. Hasta lo podíamos titular "la barrera árida, pero si puede usted atravesarla, se encontrará con que la Biblia es un libro fascinante y que vale la pena leerla hasta el fin.

El Levítico me recuerda una visita a una fábrica sin un guía. Cuando llegué por primera vez a esta región, fui a San Francisco, donde un amigo mío tenía una fábrica de gran tamaño de productos de acero. Entré en la fábrica con el fin de ver lo que estaban fabricando. Mi amigo estaba ocupado en esos momentos y no podía acompañarme, de modo que fui solo. Mi primera impresión al entrar en aquel enorme edificio fue la de un ruido enorme. ¡Era algo increíble! Había enormes máquinas que hacían un ruido insoportable, enormes martillos pilones que golpeaban con fuerza y había otras máquinas que estaban triturando el metal y echándolo como piezas. Ni siquiera podía oírme a mi mismo pensar. Mi segunda impresión fue una de confusión masiva y me pareció que nadie sabía lo que estaba haciendo. Había hombres que corrían de un lado a otro, sin prestarse atención unos a otros, algunos se tropezaban con sus compañeros, mientras las máquinas seguían funcionando sin aparente armonía ni relación alguna.

Entonces mi amigo se unió a mi y comenzó a llevarme por toda la fábrica. En primer lugar, me enseñó un sector y me explicó lo que estaban fabricando en él, luego me mostró una máquina y me dijo para qué servía. Continuamos así hasta que llegamos al departamento de envíos. Cuando vi un producto acabado, entendí lo que era aquella fábrica y tuvo sentido y dejé de sentirme confuso.

Es posible que sea eso lo que usted sienta al leer el libro de Levítico. Al leerlo se encuentra usted con muchas ceremonias y sacrificios extraños, muchas restricciones fuera de lo habitual, problemas de régimen alimencio y otras diferentes dificultades que parecen totalmente carentes de significado, pero entonces descubre usted que poseen una relación muy compleja, intrincadamente articuladas que conducen hacia un fin muy determinado. Este fin ha quedado muy claro en este libro, y si quiere usted entender el Levítico, hay un versículo que se encuentra aproximadamente a mitad del libro que le será de ayuda:
"Me seréis santos, porque yo, Jehová, soy santo y os he separado de los pueblos para que seáis míos." (Lev. 20:26)
Ese es el propósito del libro de Levítico. Dios le está diciendo a su pueblo Israel: "Os he separado del resto de las naciones de alrededor a fin de que seáis míos. Cuando nosotros los cristianos leemos esto, debemos de entender que nosotros somos el pueblo de Dios hoy. Lo que le dijo Dios a Israel también nos lo está diciendo a nosotros, porque en la nueva relación que tenemos con Jesucristo no hay ni judío ni gentil, no hay más que un solo hombre, un cuerpo en Cristo. Las promesas que aparecen en forma de imagen en el Antiguo Testamento también nos pertenecen a nosotros, que vivimos a este lado de la cruz.

Tal vez se sintió usted eliminado de inmediato por la palabra "santo en este pasaje. No sé lo que cree usted que significa el término, pero es posible que haya creído usted entender algo que está relacionado con su pasado y que hace que le resulte desagradable. La mayoría de nosotros relacionamos la palabra "santo con algo sumamente severo y estamos convencidos de que las personas "santas tienen un aspecto como si se las hubiera estado remojando en vinagre o en un líquido para embalsamar. Esa era la idea que yo tenía de la palabra y a mi la santidad no me resultaba ni mucho menos atractiva, sino que me repelía, pero me encontré con un versículo en las Escrituras que hablaba acerca de "la hermosura de la santidad (Salmos 29:2) y me pregunté a mi mismo: "¿qué hay de hermoso en la santidad? Cuando por fin lo averigüé, tuve que admitir que la santidad es verdaderamente algo hermoso.

Pero la mayoría de nosotros reaccionamos inicialmente ante esta palabra como lo hizo la niñita que vio a una mula que la observaba por encima de una valla. No había visto nunca una mula y le dijo: "no sé lo que eres, pero debes de ser un cristiano porque te pareces a mi abuelo. Otras personas relacionan la palabra con algo extraño, apartado, como si las personas santas fueran seres extraños y excéntricos, que viviesen en algún lugar del desierto, alejados del resto de nosotros. Son "diferentes, pero la Biblia no sugiere ninguna de estas ideas con respecto a la santidad. Si quiere usted entender el significado de la palabra, es preciso volver a su raíz original. La palabra se deriva de la misma raíz de la que procede una atractiva palabra en inglés. La palabra es "wholeness (integridad, todo, completo), de modo que santidad quiere decir integridad, estar completos. Y si leemos integridad en lugar de santidad por todas partes en la Biblia, se acercaría usted mucho más a lo que quisieron realmente decir los escritores de este libro. Todos sabemos lo que es la integridad o el total. Es unir todas las partes que tenían que estar presentes y que funcionen tal y como debían hacerlo.

De eso es de lo que está hablando Dios, al decirle a su pueblo: "seréis íntegros porque yo soy integro. Dios es completo, es perfecto. No hay mancha alguna en él porque vive en armonía consigo mismo. El es una persona preciosa y es absolutamente lo que debe de ser una persona. Está lleno de gozo, de amor y de paz. Vive en integridad y nos mira a nosotros, nos halla quebrantados y nos dice: "también vosotros seréis íntegros.

Esa palabra integridad tiene el poder de despertar el deseo en nosotros, que anhelamos ser un pueblo íntegro. ¿No lo desea usted? ¿No quiere usted ser aquello para lo cual Dios le creó a usted, con todos los ingredientes de su personalidad expresados de modo equilibrado? De eso se trata el libro de Levítico. De hecho, la Biblia entera. Somos tan conscientes de que somos personas débiles, de que no somos completas. Sabemos lo mucho que nos perjudicamos a nosotros mismos y a otros y nos damos cuenta de nuestra inhabilidad para afrontar la vida. Algunas veces nos ocultamos tras una máscara y pretendemos que somos perfectamente capaces de afrontar lo que sea, pero la verdad es que, la mitad del tiempo, sentimos el miedo en nuestro interior. Esa es la señal de que no hay plenitud en nosotros. Conocemos además el poder diabólico que tenemos para irritar, para enfurecer y para encolerizar a otros e incluso a nosotros mismos. Pero esta gran afirmación de Levítico 20:26 declara que Dios sabe perfectamente que somos débiles y que nos sentimos heridos y su amor llega hasta nosotros y nos dice: "Seréis íntegros porque yo lo soy. Ese es mi propósito le dice a su pueblo.

El hombre se ha perdido en el camino porque había sido creado a imagen de Dios y cuando salió primeramente de la mano de Dios era un ser completo. Adán funcionaba tal y como Dios quiso que funcionase el hombre porque estaba funcionando conforme a la imagen y la semejanza de Dios, pero ahora hemos perdido esa semejanza. Aún tenemos la imagen, pero la semejanza ha desaparecido. T.S. Eliot dice:
Todos nuestros conocimientos sirven solo para acercarnos a nuestra ignorancia, y nuestra ignorancia nos acerca aún más a la muerte. Pero al acercarnos a la muerte nos acercamos más a Dios.
Y a continuación pregunta: ¿Dónde está esa vida que hemos perdido al vivir?
¿No es esa la pregunta que se hacen hoy millones de personas? ¿Dónde ha ido a parar la vida que hemos perdido al intentar vivir? ¿Por qué no encuentro la salida? ¿Por qué estoy tan tenso, tan dolorido, tan angustiado? Pero Dios se ha propuesto sanar el corazón apesadumbrado y hacer que el hombre vuelva a ser completo y él sabe cómo hacerlo, de modo que dice: "os he separado de los pueblos. (Lev. 20:24) Es un proceso de separación. El motivo por el que nos sentimos angustiados es porque pertenecemos a una raza angustiada y nuestras actitudes son equivocadas. Nuestra visión de la vida está torcida y distorsionada, nos creemos lo que no son más que ilusiones, pensando que son hechos, y actuamos conforme a ellas. Estamos persiguiendo a fantasmas, fantasías y engaños, por lo que es preciso que Dios nos separe. Tiene que liberarnos de la conformidad a la manera de pensar, a las actitudes y a las reacciones de los que nos rodean. Tiene que liberarnos de todo eso, tiene que enderezar nuestra manera de pensar, enderezar nuestras mentes y nuestros corazones, y corregir nuestras relaciones retorcidas y enredadas.

Este es un proceso que requiere una paciencia y un amor infinito, porque es voluntario y Dios no nos ha obligado nunca a nada. Solamente les puede suceder a aquellos que confían en Dios lo suficiente como para reaccionar ante su amor. Cuando yo no era más que un adolescente, intenté en una ocasión atraer a una cierva de entre la espesura a un pequeño claro para que cogiese una manzana de mi mano y se la comiese. Era un animal salvaje y muy asustado. Vio la manzana y era evidente que quería venir a cogerla. Avanzaba unos cuantos pasos hacia mi, pero entonces se asustaba y se retiraba hacia los bosques. Luego volvía a salir, se quedaba inmóvil y miraba durante un tiempo a su alrededor, y empezaba a pacer como mostrándose indiferente. Yo permanecía inmóvil, con la manzana en mi mano. La cervatilla se acercaba un poco, entonces se partía una ramita y volvía a desaparecer entre los matorrales.

Al animal le hubiera resultado perfectamente posible durante todo ese tiempo, de haberlo sabido, sencillamente acercarse, coger la manzana y comérsela. Yo no le hubiera hecho el menor daño, no hubiera intentado capturarla ni hacerle ninguna otra cosa, pero ella no sabía eso. Finalmente, se acercó hasta la mitad del camino y se quedó con el cuello estirado, intentando armarse de valor para coger la manzana. Justo cuando creí que iba a hacerlo, pasó un coche muy cerca y desapareció y me tuve que comer la manzana yo mismo. Eso me parece una imagen muy apropiada de lo que Dios tiene que afrontar para acercarse al hombre. Requiere una paciencia y un amor infinito impartir la comprensión necesaria a hombres y mujeres como nosotros, temerosos y doloridos.

Por eso fue por lo que Dios nos dio su libro y por lo que ha comenzado con nosotros desde lo más básico. Comienza mostrándonos imágenes y sombras, con ayudas visuales, a fin de mostrarnos lo que hará un día. Todas las ceremonias y las ofrendas del Antiguo Testamento son sombras e imágenes de Jesucristo y, por lo tanto, Cristo está aquí en el Levítico. Dios nos muestra, por medio de su pueblo Israel, su manera de sanar un corazón humano herido y así es cómo Dios hace que seamos completos.
Es posible que alguien diga: "Pues yo me creía que Jesucristo era la manera que tenía Dios de hacer que fuésemos íntegros y eso es cierto, lo es. Pero él no solo está a nuestra disposición. Había hombres y mujeres ante la cruz que estaban doloridos, angustiados y fragmentados, lo mismo que lo estamos nosotros. Ellos necesitaban a Cristo y él estaba a su disposición. Por ello, al entender aquellos hombres y mujeres lo que representan estas imágenes y aplicarse su significado, pudieron disfrutar del mismo gozo y la misma paz que tenemos nosotros.

Si ustedes no lo creen, lean los Salmos y verán lo mucho que entendió David acerca de la presencia y la gracia de Dios en su vida. El fue un hombre sanado por Dios y entendió que Dios era su fortaleza y su vida misma y que él podía suplir cada una de las necesidades de su corazón y enderezar todas las relaciones enredadas de su vida familiar y personal. Todo esto está reflejado en los salmos que escribió.

Por lo tanto, Cristo está por todo el Levítico. Todos los sacrificios, los rituales y las ceremonias descritas mediante imágenes describen a Jesucristo y a su obra y cómo estuvo a disposición de los hombres y mujeres de entonces. Y al leer nosotros este libro desde nuestra posición ventajosa, a este lado de la cruz, aprenderemos mucho acerca de cómo Jesucristo suple actualmente nuestras necesidades. Por lo tanto, este no es solo un libro histórico y no está escrito solamente para transmitir "noticias. Es un manual tremendamente práctico sobre cómo vivir como cristianos.

Pero hay algo más: al leer el libro de Levítico y entender lo que está diciendo, le ayudará a usted a entenderse a sí mismo. Como ve, Dios adoptó en Jesucristo la forma de hombre. Jesús vino a este mundo, Dios hecho carne, y habitó entre nosotros como hombre, como el hombre tal y como Dios quería que fuese. Vino a donde nos encontramos nosotros y todo cuanto fue e hizo como hombre es lo que también somos o podemos ser nosotros. De modo que, al leer este libro, entenderá más acerca de sí mismo y cuáles son sus necesidades más importantes y vitales y acerca de cómo debe comportarse.
Somos un misterio para nosotros mismos y ni siquiera entendemos cómo pensamos y nos sentimos desconcertados por nuestra propia experiencia. ¿No se siente usted así? Recuerde cómo lo expresa Pablo en Romanos: "Porque no hago el bien que quiero; sino al contrario, el mal que no quiero, eso practico. (Rom. 7:19) Esa es una imagen de la vida. Es un análisis en profundidad y que examina lo que está sucediendo en su vida y en la mía. Es lo que nos muestra el libro de Levítico, los motivos de por qué sucede, ayudándonos a entendernos a nosotros mismos. Este libro tiene como fin resolver el sufrimiento del hombre, sea cual fuere y según vayamos aprendiendo a aceptar la sanidad de Dios, nos enseñará lo que podemos ser.

Debido a que eso es cierto, el libro se divide en dos partes básicas. La primera parte habla acerca de la necesidad del hombre y nos revela dónde nos encontramos como personas, al tiempo que deja claro cuál es la respuesta de Dios ante la necesidad del hombre. La segunda parte pone de manifiesto lo que Dios espera de nosotros a cambio. Primero encontramos la provisión de Dios y luego la actuación, que es el resultado de dicha provisión.

En los primeros dieciséis capítulos, hay cuatro elementos que presentan la necesidad del hombre y que revelan cómo somos. La primera es una serie de cinco ofrendas. Estoy seguro de que Dios hizo que tuviésemos cinco dedos en cada mano para que pudiésemos acordarnos de las cinco ofrendas. Primero nos encontramos con el holocausto, luego está la ofrenda vegetal, la ofrenda de paz, el sacrificio por el pecado, y finalmente el sacrificio por la culpa. Todos ellos son imágenes de lo que Jesucristo hace a nuestro favor, pero son al mismo tiempo imágenes sobre las necesidades fundamentales de la vida humana y reflejan dos cosas que son esenciales para la existencia humana: el amor y la responsabilidad.

No podemos ser nunca personas completas si no nos aman y tampoco si nosotros no amamos. El amor es un ingrediente absolutamente esencial en la vida y nada perjudica ni distorsiona ni deforma o acaba más con una persona que el hecho de que se le niegue el amor, pero hay algo más que es también esencial. A fin de poder estar completos, de respetarnos a nosotros mismos y de tener la sensación de ser valorados, debemos tener un sentido de la responsabilidad. Debemos de poder realizar lo que vale la pena y, por lo tanto, necesitamos ambas cosas: el amor y la responsabilidad.

El segundo elemento en estos capítulos es el sacerdocio. Este sacerdocio tiene como propósito ayudarnos a enfrentarnos con los problemas emocionales e intelectuales al intentar resolver las relaciones de amor y en las que media la responsabilidad. Nos encontramos constantemente con problemas emocionales e intelectuales, nos sentimos molestos, desmoralizados o estimulados, excitados o deprimidos, porque tenemos toda clase de problemas emocionales. Y nos sentimos intrigados y desconcertados, inseguros y confusos en cuanto a lo que hacer, ante toda clase de problemas intelectuales, de modo que el sacerdocio está ahí para ayudarnos con estos problemas.
En el caso del Antiguo Testamento este sacerdocio lo representaban los hijos de Leví. Pero en nuestro caso, el sacerdocio no solo lo representa Jesucristo, nuestro Señor y Sumo Sacerdote, al que podemos acudir con toda libertad, sino los unos para con los otros. (1ª Pedro 2:5) Por eso es por lo que nos necesitamos unos a otros. Básica y fundamentalmente, no podemos seguir adelante los unos sin los otros, porque tenemos estos problemas y necesitamos que alguien nos ayude a resolverlos.

El tercer elemento es la revelación de una norma que haga posible que podamos distinguir la verdad de lo que es falso, lo que es imitación y lo que es real, lo que nos ayuda y lo que nos perjudica, la diferencia entre la vida y la muerte. ¿No resulta extraño que el hombre, en su condición natural, no sea capaz de hallar la diferencia? Por eso es por lo que hay miles y miles de personas que creen que están prestando ayuda, pero que acaban perjudicando mucho a los demás ¡y no entienden por qué! Cuando empiezan a producirse los resultados se preguntan: "¿qué ha pasado, que ha salido mal? ¿Por qué me he metido en este lío? Es sencillamente debido a que no saben cuál es la diferencia. Por eso, un Dios de amor nos explica cuál es la diferencia y establece unas normas gracias a las cuales podemos distinguir entre aquello que es esencialmente perjudicial y lo que de hecho nos sirve de ayuda.

Finalmente, en esta primera sección tenemos la oportunidad de reaccionar, de manera voluntaria y eso también lo necesitamos. Dios nunca impone su voluntad a ninguno de nosotros, aunque necesitamos ayuda constantemente. Es preciso que nos encontremos en una situación en la que lo reconozcamos y entonces tendremos que reaccionar de algún modo y tendremos que responderle. Esta oportunidad se ofreció el Día de la Expiación. Si, cuando entendamos totalmente nuestra necesidad y la provisión de Dios frente a ella, le decimos que "no a él, él permitirá que lo hagamos. Es posible que nunca más disfrutemos de esa oportunidad, pero Dios nos permite siempre un largo período de preparación durante el cual nos guía a una comprensión absoluta antes de que nuestro rechazo de Dios sea algo definitivo.

La segunda sección del libro, que va de los capítulos 17 al 27, describe lo que podemos hacer sobre la base de la provisión de Dios, la clase de vida que podemos llevar sobre esta base, pero ¡fijémonos en el orden! Dios no nos menciona nunca lo que quiere que hagamos hasta no haber expuesto totalmente la provisión. No habla nunca acerca de nuestro comportamiento hasta que no ha dejado claro el poder mediante el cual podemos actuar.

Debo admitir que nosotros con frecuencia esto lo entendemos al revés en la iglesia y se ha hecho mucho daño a las personas al insistir que deben de actuar conforme a una cierta manera, sin ofrecerles el conocimiento acerca del poder que hace posible que lo hagan. Hay ocasiones en las que, con toda sinceridad y porque las Escrituras no se han entendido bien, se enseña a la gente que es preciso que vivan según un cierto nivel antes de ser aceptables a Dios; que deben de producir y vencer, o Dios no las amará. ¡Esa es una terrible equivocación! Es una mentira de Satanás y un legalismo fatídico, a pesar de lo cual todos hemos participado en ello.

Pero para eso está ahí Dios para corregirlo, pero no lo hace, sino que antes nos ayuda y una vez que hemos entendido la base sobre la cual debemos de actuar, entonces deja claro la norma y cómo debemos de comportarnos.

Aquí hallamos una vez más cuatro elementos. Primero, es necesario entender la base de la integridad o de lo que es completo y la sangre es la base. Cualquiera que haya leído el Antiguo Testamento sabe que en él se menciona la sangre por todas partes. Están todos esos extraños sacrificios, miles de los cuales se ofrecen todos los años, toros y carneros, cabras y ovejas, pájaros de toda clase, que se ofrecen todo el tiempo, como un verdadero río de sangre que fluye por todo el Antiguo Testamento. Muchas personas, al encontrarse con este hecho dicen: "el Cristianismo más que una religión parece un matadero.

¿Por qué tanto derramamiento de sangre? Porque por este medio Dios quiere grabar en nuestra mente un hecho fundamental. Nos está diciendo que los temas relacionados con nuestra vida corren muy profundos, que solamente pueden ser resueltos por medio de la muerte, que la base de la integridad en la vida es una vida entregada, que no lo conseguiremos nunca sencillamente sobre la base de una vida natural. Tenemos que arreglárnoslas para descubrir una nueva clase de vida. ¡No podemos tener las dos cosas! La lucha que se produce en la vida cristiana es debida a que intentamos seguir aferrándonos a la antigua vida y negándonos a aceptar la nueva y la sangre nos habla acerca de este hecho.

El segundo elemento es la práctica del amor en todas las relaciones de la vida. La Biblia es intensamente práctica y no le preocupa tanto lo que hacemos en la iglesia como lo que hacemos en el hogar como resultado de haber asistido al templo. De modo que este libro trata acerca de las relaciones en el ámbito de la familia, entre amigos y en la sociedad en general, mostrándonos exactamente la clase de relación de amor que Dios hace posible que tengamos en todas estos aspectos de la vida.

El tercer elemento en esta última sección es acerca de cómo disfrutar la presencia y el poder de Dios, el hombre en relación con Dios, adorándole y ¡entusiasmado por un Dios emocionante! En este libro podemos aprender lo que representa el templo en nuestra relación con Dios y acerca de cómo pensar sobre él. ¡Lo más importante en la vida es conocer al Dios vivo que se encuentra detrás de todas las cosas!

El último elemento es una consciencia de aquellas cosas que están en juego y su importancia, aprendiendo cómo toda nuestra vida está en la balanza al llegar a este punto, sabiendo que se espera una decisión de nosotros y que hay una opción por la que nos podemos decidir. Y Dios nos coloca por fin en esa situación y nos ayuda a darnos cuenta de que en el análisis final nos va a tocar a nosotros escoger. Dios no dice nunca: "voy a hacer que llevéis una vida desgraciada sino que dice más bien, "si preferís sentiros angustiados y no queréis ser sanados, podéis seguir exactamente donde estáis. Pero si queréis vida, esto es lo que os espera. Dios no nos impone nunca su voluntad, pero pone ante nosotros las opciones, lo deja todo muy claro y luego espera a que reaccionemos sobre la base que nos ha dado.
Para terminar, deberíamos volver a nuestro versículo clave: "Me seréis santos, porque yo, Jehová, soy santo y os he separado de los pueblos para que seáis míos. Y ese es, finalmente, la meta que se ha fijado Dios. Quiere que seamos suyos y aquí hay un tiempo del verbo que es muy interesante. En nuestro texto en inglés, se expresa en futuro: "seréis míos. Pero el hebreo lo enfoca de una manera extraña, muy diferente al inglés. Se pueden reunir estos tres tiempos del verbo en una sola palabra y es lo que encontramos en este caso. Dios está diciendo: "Fuisteis míos, sois míos y seguiréis siendo míos. "Míos dice, ¡Míos! e incluye todos los tiempos de la vida, el pasado, el presente y el futuro.

Si sigue usted esta misma idea por toda la Biblia, se encontrará con lo cierta que es. Muchos de ustedes saben, gracias a su propia experiencia, que una vez que se han hecho cristianos, que le pertenecerle a Dios, se dieron cuenta de que, en un sentido, siempre le habían pertenecido. El apóstol Pablo dice: "Pero cuando Dios, quien me apartó desde el vientre de mi madre.... (Gálatas 1:15) a pesar de que Pablo había sido un enemigo acérrimo y una amenaza para el Cristianismo hasta que tuvo la experiencia en el camino a Damasco, pero, echando un vistazo al pasado, supo que le había pertenecido a Dios desde siempre. "Me perteneces dice Dios, "¡aunque eres un enemigo, aunque estés en contra mía, aunque te muestres hostil a mi, aunque luches en contra mía, eres MIO!
Entonces, y en el tiempo presente, Dios nos ve en nuestra angustia, en nuestra condición dolorida, sintiéndonos divididos, con nuestras faltas, siendo imperfectos, y pone su mano sobre nosotros y dice: "Eres mío, ahora mismo, tal y como eres. Me perteneces.

Hace poco un amigo mío me contó una historia sobre un incidente real que creo que es un ejemplo de esto. Me contó lo que pasó en una misión de rescate de niños en una ciudad del centro del oeste hace algunos años. Los niños estaban preparando el programa y un niño pequeño, de unos cinco o seis años, con una deformidad, una joroba, tenía que recitar. Al atravesar el escenario para recitar su poesía, fue evidente que era muy tímido, que estaba asustado y que era muy consciente de su estado físico. De hecho, era la primera vez que había intentado hacer algo así y para él fue un tremendo esfuerzo.
Otros dos críos se habían colocado en la habitación de atrás con el propósito de ridiculizar el programa. Uno de ellos le gritó al niño al cruzar el escenario: "Oye, tío, ¿dónde vas con ese paquete sobre la espalda? El niño se sintió completamente desmoralizado, y se quedó allí parado sollozando. Se levantó un hombre del público y se acercó hasta la plataforma. Se arrodilló junto al pequeño y puso su brazo alrededor de él y le dijo a los espectadores: "Debe de hacer falta que una persona sea muy insensible y cruel para decirle algo así a un niño como éste, que padece algo de lo que no tiene la culpa. A pesar de esta deformidad, estaba intentando por primera vez a atreverse a salir y decir algo en público. Ese comentario le ha hecho mucho daño, pero quiero que sepan ustedes que yo le quiero tal y como es, este niño es mío, me pertenece y estoy orgulloso de él. Y se llevó al niño del escenario. Eso es lo que Dios nos está diciendo. El ve nuestro dolor y sufrimiento, nuestros anhelos y nuestra angustia y nos dice: "¡Eres MIO!

Pero eso no es todo. Gracias a su poder y a su sabiduría, Dios dice, con esa maravillosa esperanza de un padre lleno de amor: "Seréis míos, seréis sanados, hechos íntegros, con todas vuestras imperfecciones y deformidades corregidas, nuestras faltas enderezadas, eliminando vuestras iniquidades y todas vuestras relaciones embrolladas serán desenbrolladas. Seréis santos, porque yo soy santo. De eso se trata este libro, de eso se trata la Biblia, y de eso se trata Jesucristo.

No hace mucho tiempo, tuve una experiencia muy positiva, pudiendo hablar con tres personas que yo hubiera considerado absolutamente como casos desesperados hace solo dos años, cuando eran hostiles y rebeldes y tan destrozadas interiormente que no podían soportarse ni a sí mismos ni a los demás. Nadie podía realmente hablar mucho con ellos y mucho menos llegar a ellos con la verdad. Sus vidas estaban arruinadas, literalmente arruinadas, pero había comenzado su curación y es evidente que no tardarán en estar curados. Dios está corrigiendo los problemas en sus vidas y es lo que está haciendo aquí con nosotros.

No sé de nada más sugestivo de esta actividad que la mesa del Señor. Este suceso nos habla de cómo Dios, en su amor, comenzó el proceso de la curación. Nos ofrece una imagen de cómo empezó a extender su mano a nosotros en la cruz, mediante el sufrimiento de Jesús, y de qué manera rompió el poder de las tinieblas y comenzó a liberarnos. Nuestro Señor Jesús nos ofreció este acontecimiento para enseñarnos el significado de estos antiguos sacrificios: una vida derramada por nosotros, una vida entregada a fin de que pudiésemos tener una nueva base en nuestra vida, para que podamos ser suyos.

Oración
Padre celestial, te pedimos que cada vez que nos acerquemos a la mesa del Señor, que hagas que sea una experiencia rica y significativa para nosotros. Nos gustaría poder ver, con el ojo de nuestra imaginación, al Señor Jesús como el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo, que ha atravesado la barrera del pecado, y ahora nos tiende la mano con ternura, perdonándonos, aceptándonos y ofreciéndonos su amor comprensivo, poniendo a nuestro alcance todo cuanto necesitamos para enderezar los entuertos en las relaciones de nuestra vida. Señor, ayúdanos a entenderlo y a apropiarnos de ello para que te demos las gracias por ello. Sabemos que la curación ha comenzado en las vidas de muchas personas y que continua. En el caso de algunos está empezando y puede que haya otros en cuyas vidas aún no haya comenzado. Pedimos que en tu amor, Señor Jesús, puedas tenderles tu mano y sanarles. Lo pedimos en su nombre, amen.



Nº de Catálogo 203
Levítico
26 de Agosto, 1964
Tercer Mensaje



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