También han oído que se dijo a sus antepasados: “No faltes a tu
juramento, sino cumple con tus promesas al Señor.” Pero yo les digo:
No juren de ningún modo: ni por el cielo, porque es el trono de Dios; ni
por la tierra, porque es el estrado de sus pies; ni por Jerusalén,
porque es la ciudad del gran Rey. Tampoco jures por tu cabeza, porque
no puedes hacer que ni uno solo de tus cabellos se vuelva blanco o
negro. Cuando ustedes digan “sí”, que sea realmente sí; y cuando digan “no”, que sea no. Cualquier cosa de más, proviene del maligno. (NVI) Mateo 5:33- 37
El principio que Jesús establece en estos versículos es muy claro. No
se deben hacer juramentos. Jurar es colocar a Dios o a alguien más
como testigo de la veracidad de nuestras palabras o promesas. El tener
que jurar para que se nos crea lo que decimos está mal, porque una
persona íntegra no necesita recurrir a los juramentos. Sócrates, el gran
maestro y orador griego, decía: «Una persona debe llevar una vida que
genere más confianza en ella que la que pueda producir nunca un
juramento.»
Hablar y hacer son la misma acción. Cuando hacemos una promesa o
adquirimos un compromiso con alguien lo debemos cumplir. La palabra
empeñada dice mucho sobre nuestra seriedad, honestidad y sinceridad. Las
decisiones que tomamos y como las llevamos a cabo son un reflejo de
quienes somos en realidad. Si actuamos de acuerdo con lo que decimos
nuestras palabras nos darán credibilidad porque seremos percibidos como
personas confiables y transparentes. Nuestros actos dicen más que
nuestras palabras.
¿Cómo te sientes cuando alguien te incumple lo que te prometió? ¿Qué
piensas de una persona que te va dando escusas para no pagarte lo que te
debe o no cumplir con lo pactado?
Comprometernos con algo y después comenzar a dar disculpas para no
cumplir con lo prometido o pactado nos hace ver como personas poco
confiables, mentirosas y faltas de carácter.
El consejo que nos da el Señor Jesús es “Que Aprendamos a decir Sí y No. Que nuestro hablar y actuar sean uno.
Cuando ustedes digan “sí”, que sea realmente sí; y cuando digan
“no”, que sea no. Cualquier cosa de más, proviene del maligno. (NVI)
Mateo 5:37
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