El Señor Jesús hablo y enseño sobre el adulterio, la fidelidad, el
matrimonio y el divorcio, en uno de los momento más álgidos de la
historia. Donde la institución del matrimonio estaba a punto de
desaparecer. Los ideales del cristianismo eran muy altos para esta época
donde el matrimonio estaba en decadencia.
Se ha dicho:
“El que repudia a su esposa debe darle un certificado de divorcio.”
Pero yo les digo que, excepto en caso de infidelidad conyugal, todo el
que se divorcia de su esposa, la induce a cometer adulterio, y el que
se casa con la divorciada comete adulterio también. (NVI) Mateo 5:32
Veamos qué era lo que se vivía en esa época en el mundo judío y en el grecorromano, comenzando por este último.
Una
de las principales causas para que los griegos llegaran hasta el punto
de aborrecer el matrimonio, fue la prostitución, la cual era una
actividad común en la vida cotidiana de los griegos. Las relaciones
extramatrimoniales eran algo natural y normal. La famosa cita de
Demóstenes así lo demuestra “Tenemos las prostitutas para el placer, las
concubinas para cohabitar y esposas para tener hijos legítimos y para
que sean las guardianas del hogar.” (Contra Neera, 122; IV a.C.)
Lo
único que no les era permitido por ley, era tener relaciones
extramatrimoniales con una mujer soltera que no ejerciera la
prostitución. Las leyes condenaban severamente este tipo de relaciones,
ya que las mujeres estaban bajo la autoridad patriarcal de los hombres.
Pasaban de la autoridad de su padre a la de su marido; no tenían voz ni
voto, ni ningún derecho civil realmente. Su única condición era la de
esposa y madre, encargada de la crianza y educación temprana de los
hijos. Los matrimonios por amor no existían, eran acuerdos por
conveniencia entre familias. Mientras las esposas debían permanecer
recluidas en sus casas, en una pureza sexual obligatoria, los esposos
buscaban el amor y el placer por fuera.
La otra causa es
que Divorciarse era de lo más fácil, el hombre que se quería divorciar
solo tenía que despedir a su esposa en la presencia de dos testigos y
devolverle la dote en su totalidad.
Los griegos
consideraban la prostitución como parte de la democracia, y era una de
las principales actividades económicas. Tenían distintas categorías de
prostitutas, estaban las Pornai, eran esclavas de un proxeneta; estas
mujeres trabajaban en los burdeles del Estado ateniense. Otra clase de
prostitutas eran las independientes, trabajaban en la calle y eran las
menos costosas. También existían las heteras y las prostitutas sagradas.
Estas
últimas habitaban en el templo de Afrodita, donde habían millares de
sacerdotisas que practicaban la prostitución religiosa, la cual
consideraban un método de adoración a la diosa. Ellas realizaban los
festivales llamados las afrodisias y se celebraban por toda Grecia,
especialmente en Atenas y en Corinto.
En la mitología griega, la diosa Afrodita era la patrona de las cortesanas, ya que ella representa la
lujuria, la belleza, la sexualidad y la reproducción. En la actualidad
se le conoce como «la diosa del amor», Pero no del amor romántico sino
específicamente del sexual. Su equivalente romana es la diosa Venus.
Las
heteras o hetairas eran las cortesanas de la época, una mezcla entre
prostitutas y damas de compañía, ellas pertenecían a la categoría más
alta entre las prostitutas. A diferencia de las demás mujeres las
heteras eran las que mejor posición social tenían y las mujeres más
cultas de ese entonces, pues recibían educación. Vivian entre lujos,
muchas llegaron a ser muy ricas. Sus creencias y opiniones eran tenidas
en cuenta por los hombres famosos de la época. Algunas de ellas
compartieron la fama de los hombres con los que estuvieron relacionadas y
sus nombres pasaron a la historia; Tais fue la hetaira de
Alejandro Magno, después de su muerte pasó a ser la esposa de Tolomeo I y
la madre de la familia real egipcia. Aspasia fue la hetaira del
político ateniense Pericles; cuenta la historia que ella fue la que le
enseñó a Pericles el arte de la oratoria y quien le escribía sus
discursos. La famosa Leontion fue la hetaira del también famoso filosofo
Epicuro, y Diotima la hetaira de Sócrates.
Para el
siglo II a.C., el pensamiento griego se había infiltrado en Roma. Como
lo dijo W. Barclay “Roma conquisto militarmente a Grecia pero Grecia
conquisto a Roma en lo moral y social.”
Por el contrario
de los griegos, el pensamiento del pueblo judío sobre el matrimonio era
bastante elevado. Pero la teoría no la llevaban a la práctica; la cual
también era lamentable.
No se casaban con prostitutas ni
esclavas. Ellos consideraban el matrimonio un deber sagrado. Los hijos
para ellos eran importantísimos, el no tener hijos representaba el
quebrantamiento del mandato de multiplicarse. Las mujeres debían llegar
vírgenes al matrimonio. Si un marido acusaba a su mujer de no haber
llegado virgen al matrimonio, él tenía que presentar pruebas de ello.
Ella contaba con la defensa por parte de su padre y hermanos. Si la
acusación del marido era falsa, recibía cuarenta azotes menos uno, y
tendría que permanecer casado con ella, también tenía que pagarle al
padre de ella 50 ciclos. Pero si la acusación llegaba a ser verdadera,
ella debía morir. Existían dos maneras, si la mujer era hija de un
sacerdote debía morir quemada pero sino la ley imponía que fuera
lapidada. Aborrecían el divorcio, porque Dios había dicho, “El
SEÑOR, el Dios de Israel, dice que el que odia a su mujer y se divorcia
de ella deja ver lo cruel que es, dice el SEÑOR Todopoderoso. Así que
cuídese cada uno y no sean infieles”. (DHH) Malaquías 2:16. Pero este mandato no lo llevaban a la práctica.
Las
mujeres judías al igual que las griegas no tenían ningún derecho legal.
La vida de estas mujeres era muy asfixiante. Ellas eran consideradas
como una propiedad más por los hombres judíos, las solteras pertenecían
al padre y las casadas al marido.
Los matrimonios también
eran arreglados por los padres, la mayoría de las veces no se conocían
sino el día de la boda. El divorcio tenía dos causales obligatorias, uno
por esterilidad, pues el propósito del matrimonio eran los hijos y el
otro por adulterio de la mujer.
En cuanto al divorcio,
Josefo quien fue un judío fariseo, escribió basado en la ley de Moisés
(Deut 24:1) "El que desee divorciarse de su mujer por la razón que sea,
que establezca por escrito que no la tendrá nunca más como su esposa; de
esta manera ella queda en libertad para casarse con otro hombre.» Solo
el hombre podía tomar esta decisión. Al igual que los griegos, los
judíos también debían devolver la dote sí los pecados de la esposa no
eran muy notorios.
Entre los judíos de esa época, se
habían introducido dos clases de pensamientos sobre las causas de
divorcio. Unos decían que solo se podían divorciar si era por
fornicación, pero otros justificaban el divorciarse por cosas triviales
como: si la comida que su mujer preparaba no le gustaba, y cosas por el
estilo. Todo esto tenía como fin, el poder divorciarse para casarse con
una mujer que les gustara más o con una más bonita que la que tenían.
Este último tipo de pensamiento fue el más popular entre el pueblo
judío. El desprecio de estos hombres por sus mujeres llego a tal punto
que es difícil de creer.
En este punto se da la
discusión acerca del divorcio y del matrimonio entre el señor Jesús y
los fariseos (Mateo 19:1-9- Marcos 10:1-12) Ellos querían que él tomara
partido en alguno de los dos bandos. Pero él no cedió a las presiones
por parte de ellos, sino les recordó que Moisés hizo una concesión con
ellos al permitirles el divorcio. Y les recordó el ideal de Dios sobre
el matrimonio hablándoles de Adán y Eva.
Teniendo en mente lo que se vivía en esa época, podemos imaginar la controversia que generaron las enseñanzas del señor Jesús. El ideal Cristianismo llego proponiendo un compromiso indisoluble de fidelidad, “el hombre no separe lo que Dios ha unido”. El ideal de Dios para el matrimonio es que el hombre y la mujer lleguen a ser uno en todo sentido, que se fundan en un solo ser, no solo en lo sexual sino en lo emocional también, que cada uno sea el deleite del otro, que cada uno sea el bastón de apoyo del otro, en los buenos y en los malos momentos porque la unión hace la fuerza.
Es mejor ser dos que uno, porque
ambos pueden ayudarse mutuamente a lograr el éxito. Si uno cae, el otro
puede darle la mano y ayudarle; pero el que cae y está solo, ese sí que
está en problemas. Del mismo modo, si dos personas se recuestan juntas,
pueden brindarse calor mutuamente; pero ¿cómo hace uno solo para entrar
en calor? Alguien que está solo, puede ser atacado y vencido, pero si
son dos, se ponen de espalda con espalda y vencen; mejor todavía si son
tres (la pareja y Dios), porque una cuerda triple no se corta
fácilmente. (NTV) Eclesiastés 4:9-12
El principio que Dios nos quiere enseñar es que el matrimonio es el complemento ideal en la vida de cada persona.
Bibliografía
W.Barclay. (Comentarios al Nuevo testamento, Mateo Tomo I)
Eva C. Keuls, The Reign of the Phallus: Sexual Politics in Ancient Athens, University of California Press, Berkeley, 1993 (en inglés).
Sarah B. Pomeroy, Diosas, Putas, esposas y esclavas: Mujeres en la Antigüedad Clásica (2ª ED.)
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