Jesús Esperanza de Gloria

Jesús Esperanza de Gloria

jueves, 7 de marzo de 2013

Hermosa Reflexion

Aquel día, me desperté con mucha flojera y renegando. Con trabajo pude deshacerme de las mantas. Me dirigí al cuarto de baño arrastrando los pies mientras me quejaba al tener que levantarme de la cama sin poder quedarme en ella todo el día. Desayuné con los ojos tan cerrados como mi mente. ¿Por qué tener que trabajar?


Cuando salí de mi casa en dirección a la oficina en mi vehículo estaba lloviendo. El semáforo se puso en rojo y, de pronto, como un rayo, se colocó frente a todos los automóviles algo que parecía un bulto. Por curiosidad abrí más mis ojos somnolientos y pude descubrir que lo que parecía un bulto, era el cuerpo de un joven montado en un pequeño carro de madera. Aquel hombre no tenía piernas y le faltaba un brazo. Sin embargo, con su mano izquierda lograba conducir el pequeño vehículo y manejar con maestría un conjunto de pelotas con las que hacía malabares.


Las ventanillas de los automóviles se abrían para darle una moneda al malabarista que llevaba un pequeño letrero sobre el pecho. Cuando se acercó a mi auto pude leerlo, “Gracias por ayudarme a sostener a mi hermano paralítico”. Con su mano izquierda señaló hacia la acera y ahí pude ver a su hermano, sentado en una silla de ruedas colocada frente a un atril que sostenía un lienzo, y movía magistralmente con su boca un pincel que daba forma a un hermoso paisaje. El malabarista mientras recibía ayuda, vio el asombro de mi cara y me dijo: – ¿Verdad que mi hermano es un artista? Por eso escribió esa frase sobre el respaldo de su silla. Entonces leí la frase que decía: “Gracias Señor por los dones que nos das. Contigo no nos falta nada”.

Recibí un fuerte golpe en mi interior mientras el hombre bulto se retiraba y el semáforo cambiaba del color rojo al verde. Mi semáforo interior cambió desde aquel día. Nunca más se me volvió a encender la luz roja, que me paralizaba por la pereza. Siempre he tratado de mantener la luz verde y realizar mis trabajos y actividades sin detenerme. Aquel día descubrí que ante aquellos jóvenes, yo era el paralítico. Desde aquel mismo día, nunca he dejado de agradecer.

Fuente desconocida

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