Jesús Esperanza de Gloria

Jesús Esperanza de Gloria

domingo, 30 de junio de 2013

Certeza 3

J.C.Ryle
2. UN CREYENTE PUEDE NO LLEGAR A TENER NUNCA ESTA ESPERANZA SEGURA Y DE TODOS MODOS SER SALVO.
No desearía provocar que un corazón arrepentido entristezca si Dios no lo ha hecho triste, o desalentar a un desvanecido hijo de Dios, o causar la impresión que los hombres no tienen parte o mucho de Cristo, excepto que sientan la certeza.
Una persona puede tener fe salvadora en Cristo y aun así nunca disfrutar de una confianza segura como la que el apóstol Pablo tuvo.  Creer y tener una vislumbrante esperanza de aceptación es una cosa, tener “el gozo y la paz” en nuestra creencia y abundar en esperanza, es otra muy distinta.   Todos los hijos de Dios tienen fe, no todos tienen certeza.  Pienso que esto no debe olvidarse nunca.
Sé que algunos hombres grandes y buenos han mantenido una opinión diferente.  Creo que muchos excelentes ministros del evangelio, a cuyos pies gratamente me sentaría, no permiten la distinción que he hecho.  No deseo llamar a ningún hombre maestro.  Temo, como cualquier otro, a la idea de sanar las heridas de conciencia ligeramente, pero  no debo pensar en ningún otro punto de vista que aquel que he dado al predicar un evangelio mucho más incómodo, y uno muy propenso a retener  las almas por un largo tiempo ante las puertas de vida.
No me encojo al decir que por gracia un hombre puede tener suficiente fe para  volar a Cristo – realmente suficiente fe  para permanecer en El, realmente confiar en El, realmente ser un hijo de Dios, realmente para ser salvo y aun así hasta el último de sus días nunca haber estado libre de la ansiedad, duda y miedo.
“Una carta”, dice un Viejo escritor, “puede escribirse, aunque no sea sellada, del mismo modo la gracia puede escribirse en el corazón y aun así el Espíritu puede no colocar su sello de certeza en él”.
Un niño puede nacer heredero de una gran fortuna y aún nunca ser consciente de sus riquezas, puede vivir pueril, morir pueril y nunca saber la grandeza de sus posesiones.  Y de ese mismo modo un hombre puede ser un bebé en la familia de Cristo, pensar como un bebé, hablar como un bebé y, aunque salvo, nunca disfrutar una esperanza viva o saber de los privilegios reales de su herencia.
Que ningún hombre confunda mi decir cuando aludo vigorosamente a la realidad, privilegio e importancia de la certeza.   No hagan la injusticia de decir que  enseño que ninguno es salvo excepto aquel que pueda decir junto con Pablo “Yo sé y estoy convencido… hay una corona dispuesta para mí”.  No estoy diciendo eso.  No enseño eso.
Más allá de cualquier cuestionamiento, un hombre debe tener fe en el Señor Jesucristo si va a ser salvo.  No veo ninguna otra forma de acceder al Padre.  No veo intimidad con la misericordia excepto a través de Cristo.  Un hombre debe sentir  sus pecados y estado de perdición, debe venir a Jesús por perdón y salvación, debe poner su esperanza en El, y en El solamente.  Sin embargo, si solo tiene fe para hacer esto, sin importar cuán débil y feble esa fe sea, comprometo en decir  con las garantías que da la Escritura, que nunca perderá el cielo.
Nunca, nunca restrinjamos la libertad del glorioso evangelio o cortemos sus justas proporciones.  Nunca hagamos la puerta más estrecha y el camino más angosto de lo que el orgullo y el amor al pecado ya han hecho.  El Señor Jesús es piadoso y tiene misericordia tierna.  El no observa la cantidad de fe, sino la calidad; no mide sus grados, sino su verdad.  El no romperá ningún  carrizo magullado, ni sofocara ningún lino humeante.  Nunca permitirá que se diga que alguien pereció a los pies de la cruz.  “Aquel que viene a Mi”, dice, “no será desamparado” (Jn 6:37).
¡Si!  Aunque la fe del hombre no sea más grande que la semilla de un grano de mostaza, si sólo lo trae a Cristo, y lo posibilita de tocar el dobladillo de Su vestido, será salvo –tan salvo  como los santos más ancianos en el paraíso, tan salvo como completa y eternamente lo han sido Pedro o Juan o Pablo.   Hay grados en nuestra santificación; en nuestra justificación, ninguno.  Lo que está escrito, escrito está y nunca fallará:  “Cualquiera que cree en El”,  no dice cualquiera que tiene una fe firme y poderosa, “Cualquiera que cree en El, no será avergonzado” (Rom. 10:11).
Pero debe recordarse siempre, que un alma pobre en creer puede no tener certeza completa de su perdón y aceptación de Dios.  Puede tener miedo tras miedo, duda tras duda.  Puede tener mucho cuestionamiento interior y ansiedad, muchas luchas, y mucho recelo, nubes y oscuridad, tormentas y tempestades hasta el final.
¿Una fe simple y desnuda  en Cristo salvará a un hombre aunque nunca pueda alcanzar la certeza, pero lo llevará al cielo con consuelo abundante y fuerte?  Concedo que podrá atracar seguro en el puerto pero no concedo que entrará en el puerto a plena navegación, confiado y regocijado.  No me sorprendería si alcanza el deseado refugio contra el clima -golpeado y arrojado por la tormenta-  sin darse cuenta apenas de su propia seguridad sino sólo hasta el momento en que abra sus ojos en la gloria.
Un investigador de la religión podría encontrar más entendimiento si hiciera estas simples distinciones entre fe y certeza.   Es muy fácil confundir ambas.  Fe, recordemos, es la raíz y la certeza es la flor.  Sin duda que nunca tendrá la flor sin la raíz, pero no es menos cierto que usted puede tener la raíz y no la flor.
Fe es esa pobre mujer temblorosa que vino detrás de Jesús y tocó el dobladillo de Su vestido (Mar. 5:25).  Certeza es Felipe parado en calma, en medio de sus asesinos diciendo “Veo los cielos abiertos, y el Hijo del hombre parado a la derecha de la mano de Dios” (Hec. 7:56).
Fe es el ladrón penitente, gritando “Señor, recuérdeme” (Luc 23:42).  Certeza es Job, sentado en el polvo, cubierto de llagas, diciendo “Sé que mi Redentor vive” (Job 19:25).  “Aunque El me de muerte, aún confío en El” (Job 13:15).
Fe es el grito ahogado de Pedro, cuando comenzó a hundirse, “¡Señor, sálvame!” (Mat. 14:30).  Certeza es el mismo Pedro declarando ante el consejo en los tiempos posteriores “Esta es la  piedra reprobada por vosotros los edificadores, la cual ha venido a ser cabeza del ángulo. 12 Y en ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos”. (Hec. 4:11,12).
Fe es la ansiosa y trémula voz “Señor, yo creo, ayuda a mi incredulidad” (Mar 9:24).   Certeza es el desafío confiado ¿Quién acusará a los escogidos de Dios? ¿Quién es el que condena? (Rom. 8:33, 34). Fe es la oración de Saulo en la casa de Judas en Damasco, lleno de pesar, ciego y solo (Hec. 9:11).  Certeza es Pablo, cuando prisionero, mirando calmadamente la tumba y diciendo “Yo sé en quien he creído.  Hay una corona para mi” (2 Tim. 1:12, 4:8).
Fe es vida.  ¡Cuán grande bendición!  ¿Quién puede describir o darse cuenta del golfo que existe entre la vida y la muerte?  ”Un perro que vive es mejor que un león muerto” (Ecl. 9:4).  Y aun así la vida puede ser débil, enferma, insalubre, dolorosa, fastidiosa, ansiosa, fatigosa, aburrida, triste, sin sonrisas hasta el final.  Certeza es más que vida.  Es salud, fortaleza, poder, vigor, actividad, energía, humanidad, belleza.
No es una cuestión de “ser salvo o no” la que se pone ante nosotros sino el “privilegio o el no privilegio”.   No es una cuestión de paz o no paz, sino de gran paz o poca paz.  No es una cuestión entre los errantes de este mundo y la escuela de  Cristo:  es aquel que únicamente pertenece a la escuela; es lo se encuentra entre la primera y las últimas formas.
Aquel que tiene fe hace bien.  ¡Debería estar feliz si todos los lectores de este mensaje la tienen, tres veces bendecidos son aquellos que creen!  Están seguros. Están limpios. Están justificados.  Están más allá del poder del infierno.  Satanás, con toda su malicia, nunca los arrancará de la mano de Cristo.  No obstante aquel que tiene certeza lo hace mucho mejor –ve más, siente más, sabe más, disfruta más, tiene más días como aquellos de los que se habla en Deuteronomio “los días del cielo en la tierra” (Deut. 11:21)
Traducido por Erika Escobar

sábado, 29 de junio de 2013

Certeza 2


J.C.Ryle


Segunda parte


1. UNA ESPERANZA SEGURA ES UNA COSA VERDADERA Y ESCRITURAL.


La certeza, como Pablo expresa en los versículos que encabezan este mensaje, no es una mera fantasía o sentimiento. No es el resultado de espíritus animales elevados, o de un temperamento sanguíneo del cuerpo. Es un evidente regalo del Espíritu Santo, otorgado sin referencia a la constitución física de los hombres, y un regalo que cada creyente en Cristo debe procurarse y tratar de conseguir.

En asuntos como estos, la primera pregunta es: ¿Qué dicen las Escrituras? Contesto esa pregunta sin la más mínima vacilación. La Palabra de Dios, me parece a mí, enseña claramente que un creyente puede obtener una confianza segura con respecto a su propia salvación.

Expreso de lleno y claramente, como una verdad de Dios, que un verdadero cristiano, un hombre convertido, puede alcanzar ese grado confortador de fe en Cristo, que en general lo lleva a sentirse enteramente confiado en el perdón y en la seguridad de su alma, raramente se mortificará con dudas, raramente se distraerá con miedos, raramente se estresará con cuestionamientos ansiosos. En breve, aunque desconcertado con muchos conflictos internos con el pecado, mirará la muerte sin temblar y el juicio sin decaer. Esto, digo, es la doctrina de la Biblia.

Tal es mi declaración de certeza. Desearía pedir a mis lectores que lo marquen bien. No digo ni nada más ni nada menos de lo que he fundamentado aquí.

Un pronunciamiento como este es a menudo objeto de disputa y negación. Muchos ni siquiera pueden ver la verdad del mismo.

La iglesia de Roma denuncia la certeza en los términos más desmedidos. El Concilio de Trento declara rotundamente que la “certeza de un creyente sobre el perdón de sus pecados es una confianza vana e impía”; y el Cardenal Belarmino, el renombrado campeón del Romanismo, la llama “el error fundamental de los herejes”.

La vasta mayoría de cristianos mundanos e irreflexivos que están entre nosotros se oponen a la doctrina de la certeza. Los ofende y enoja escuchar acerca de ella. No les gusta que otros se sientan cómodos y seguros porque ellos nunca se sienten así. ¡Pregúntenles si sus pecados son perdonados y ellos probablemente dirán que no lo saben! Que ellos no puedan recibir la doctrina de la certeza indudablemente no es asombroso.

Sin embargo hay algunos verdaderos cristianos que rechazan la certeza o escapan de ella como una doctrina llena de peligro. Consideran sus bordes dentro de la presunción. Parecen pensar que es una humildad adecuada nunca sentirse seguros, nunca estar confiados y vivir con un cierto grado de duda y suspenso acerca de sus almas. Esto es de lamentar y causa mucho daño.

Francamente admito que hay personas presuntuosas que declaran sentir una confianza de la cual ellos no tienen una garantía en las escrituras. Siempre hay algunas personas que piensan bien de ellos mismos cuando Dios piensa mal, así como hay otras que piensan mal de sí mismas cuando Dios piensa bien. Siempre habrá personas como estas. Nunca hasta ahora ha existido una verdad escritural que sea abusada o falseada. La elección de Dios, la impotencia del hombre, la salvación por gracia – de todas se abusa igualmente. Habrá fanáticos y entusiastas mientras el mundo exista. A pesar de todo esto, la certeza es una realidad y una verdad; y los hijos de Dios no deben permitirse ser confundidos de la verdad sólo porque se abusa de ella.

Mi respuesta para todos aquellos que niegan la existencia de una certeza real y bien asentada, es simplemente esta: “¿Qué dicen las Escrituras?” Si la certeza no está allí, no tengo nada más que decir.

¿Mas, no es Job quien dice: “Sé que mi Redentor vive, y que El estará hasta el último día en la tierra y aun después de que los gusanos destruyan mi cuerpo, aún en mi carne veré a Dios”? (Job 19:25,26).

¿No es David quien dice: “Aunque camine en valles de sombras de muerte, no temeré mal alguno porque Tú estás conmigo, Tu vara y Tu cayado me confortan”? (Sal 23:4).

¿No es Isaías quien dice: “Tú guardarás en completa paz a aquel cuyo pensamiento esta en Ti; porque en Ti confía”? (Isa. 26:3).

¿Y nuevamente, “El resultado de la justicia será paz; y el efecto de la justicia, reposo y certeza para siempre”? (Isa. 32:17).

¿No es Pablo quien dice a los Romanos: “Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, 39 ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús nuestro Señor?” (Rom. 8:38,39)

¿No es también el que dice a los Corintios: “Porque sabemos que si nuestra morada terrestre, este tabernáculo, se deshiciere, tenemos de Dios un edificio, una casa no hecha de manos, eterna, en los cielos?” (2 Cor. 5:1).

¿Y nuevamente “Estamos siempre confiados, sabiendo que entre tanto que estamos en el cuerpo, estamos ausentes del Señor”? (2 Cor. 5:6).

¿No es el que le dice a Timoteo: “Porque yo sé en quien he creído y estoy seguro que El es capaz de guardar lo que he confiado a El”? (2 Tim. 1:12).

¿Y no es él quien habla a los Colosenses de la “plena certeza de entendimiento” (Col. 2:2) y a los Hebreos de la “plena certeza de la fe” y la “plena certeza de la esperanza”? (Heb. 10:22, 6:11).

¿No es Pedro quien expresivamente dice “Sean diligentes en hacer su llamado y elección seguros”? (2 Ped. 1:10)

¿No es Juan el que dice: “Sabemos que hemos pasado de muerte a vida”? (1 Jn. 3:14)

¿Y otra vez: “Estas cosas que he escrito para que crean en el nombre del Hijo de Dios, para que sepan que tienen vida eterna? (1 Jn 5:13).

Y otra vez: “Sabemos que somos de Dios”? (1 Jn 5:19).

¿Qué diremos de estas cosas? Deseo hablar con toda humildad sobre cualquier punto de controversia. Aunque siento que soy sólo un pobre hijo de Adán falible, debo decir que en los pasajes que he citado veo algo mucho más elevado que las meras “esperanzas” y “confianzas” con las cuales muchos creyentes parecen estar satisfechos hoy en día. Veo el lenguaje de la convicción, confianza, conocimiento –no, podría casi decir, certeza. Y siento, para mí mismo, si tomara estas Escrituras en su significado simple y obvio, que la doctrina de la certeza es verdadera.

Más aún, mi respuesta para todos aquellos a los que no les gusta la doctrina de la certeza porque bordea en la presunción, es que difícilmente puede ser presuntuoso caminar en los pasos de Pedro y Pablo, de Job y de Juan. Ellos eran reconocidamente humildes y hombres sin pretensión y aun así hablan de su propio estado con una esperanza segura. Esto debería enseñarnos que una profunda humildad y una certeza firme son perfectamente compatibles, y que no existe necesariamente conexión entre la confianza espiritual y el orgullo.

Aún más, mi respuesta es que muchos, incluso en los tiempos modernos, han logrado la esperanza segura de la forma en que nuestro texto lo expresa. No concederé ni por un momento que ella era un privilegio especial confinado a los días de los apóstoles. Ha habido en nuestra tierra muchos creyentes que han parecido caminar en una casi ininterrumpida comunión con el Padre y el Hijo, que parecieron disfrutar de un sentido casi incesante de la luz del rostro brillante reconciliado de Dios sobre ellos, y han dejado su experiencia en los registros. Podría mencionar nombres bien conocidos, si el espacio me lo permitiera. Esta cosa ha sido y es- y eso es suficiente.

Por último, mi respuesta, es: no puede haber error en sentirse confiado en un asunto en que Dios habla incondicionalmente; creer decididamente cuando Dios promete decididamente, tener la segura convicción de perdón y paz cuando descansamos en las palabras y el juramento de Aquel que nunca cambia. Es un error grave suponer que el creyente que siente esa certeza está descansando en lo que ve en sí mismo, cuando simplemente se abandona al Mediador del Nuevo Pacto y la verdad de la Escritura; cuando cree que el Señor Jesús quiere decir lo que El dice y toma Sus palabras. La certeza, después de todo, no es más que una fe desarrollada, una fe férrea que se agarra a la promesa de Cristo con ambas manos, una fe que arguye como el buen centurión: “Del Señor una palabra solamente, y seré sanado. ¿Entonces por qué dudaré?” (Mat. 8:8).

Podemos estar seguros de que Pablo es el último hombre del mundo que construiría su certeza en algo propio de sí mismo. Quien podía calificarse a sí mismo como “el máximo de los pecadores” (1 Tim. 1:15) tenía un profundo sentido de su propia culpa y corrupción. Pero también tenía un profundo sentido de la longitud y profundidad de la justicia de Dios imputada a sí mismo. El que podía gritar: “Miserable de mi” (Rom. 7:24), tenía una clara visión de la fuente de maldad que había en su corazón. No obstante, también tenía una visión más clara aún de que otra Fuente podía “remover todo pecado e inmundicia”. Aquel que se pensó a sí mismo “menos que el más pequeño de todos los santos” (Efe. 3:8), tenía un vívido y permanente sentimiento de su propia debilidad, pero también tenía un sentimiento aún más vívido de la promesa de Cristo, “mi oveja nunca perecerá” (Jn. 10:28), que no podía ser quebrantada. Pablo sabía, si algún hombre puede, que él era una pobre, frágil corteza flotando en un océano tormentoso. El vio, si alguno pudo, las olas ondulantes y la rugiente tempestad que lo rodeaban. Sin embargo se despojó de sí mismo y miró a Jesús y no sintió temor. El recordó el ancla dentro del velo, que es a la vez “segura y firme” (Heb. 6:19). Recordó la palabra y el trabajo y la constante intercesión de Aquel que lo amó y se dio a sí mismo por él. Y eso fue, y nada más que eso, lo que lo habilitó a decir valientemente “Una corona está dispuesta para mi, y el Señor me la dará”, y para concluir tan seguro “El Señor me preservará, nunca seré confundido”.

Traducido por Erika Escobar
Descubriendo el Evangelio

http://descubriendoelevangelio.es/2011/08/santidad-7-certeza/

viernes, 28 de junio de 2013

Certeza

J.C.Ryle

Primera parte.

“Yo ya estoy para ser sacrificado, y el tiempo de mi partida está cercano. He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe. Por lo demás, me está guardada la corona de justicia, la cual me dará el Señor, Juez justo, en aquel día; y no sólo a mí, sino también a todos los que aman Su venida” (2 Tim. 4:6-8).


Aquí vemos al apóstol Pablo mirando en tres dimensiones: Hacia abajo, hacia atrás, hacia adelante –hacia abajo, a la tumba; hacia atrás, su propio ministerio; hacia adelante, ¡por el gran día, el día del juicio!

Nos haría bien estar al lado del apóstol Pablo por unos pocos minutos y advertir las palabras que usa. ¡Feliz es el alma que puede mirar donde Pablo miró y luego hablar como Pablo habló!

a. El mira hacia abajo, a la tumba y lo hace sin temor. Escuche lo que él dice: “Estoy listo para ser sacrificado”. Soy como un animal presentado en el lugar del sacrificio y estoy atado al altar. La bebida ofrecida, la que generalmente acompaña a la ofrenda, está lista para ser escanciada. Ya se han efectuado las últimas ceremonias; cada preparación ha sido hecha. Sólo resta recibir el aliento de la muerte y, luego, todo terminará.

“El tiempo de mi partida está cercano”. Soy como un barco cuyas amarras están prontas a soltarse para a navegar. Todo está a bordo preparado. Espero solamente soltar las amarras que me atan a la orilla y emprender mi viaje.

¡Estas son palabras extraordinarias que salen de los labios de un hijo de Adán como somos nosotros mismos! La muerte es una cosa solemne y lo es más aún cuando la vemos aproximarse a nosotros. La tumba es un lugar frio y nauseabundo, y es vano pretender que no involucra terrores. Aun así, he aquí un hombre mortal que puede mirar calmadamente en la angosta “casa asignada para todos los vivientes” y dice, mientras espera en la orilla, “Lo veo todo y no tengo temor”.

b. Escuchémoslo nuevamente a él. El mira hacia atrás a su vida de ministerio y lo hace sin vergüenza alguna. Escuchemos lo que él dice: “He peleado la buena batalla”. Aquí habla como un soldado. He peleado la buena batalla con el mundo, la carne y el mal, por las cuales muchos encogen y dan pie atrás.

“He terminado mi camino”. Allí habla como uno que ha corrido por un premio. He corrido la carrera que me fue designada. He ido a través de la huella que me asignaron sin importar lo áspero y escarpado. No me he desviado a causa de las dificultades ni me he desanimado por lo largo del camino. Al final estoy viendo el objetivo.

“He guardado la fe”. Aquí habla como un mayordomo. He mantenido firme el glorioso evangelio que me fue confiado. No lo he mezclado con las tradiciones del hombre ni dañado su simplicidad, agregando mis propias invenciones ni he permitido a otros adulterarlo sin resistirlos en sus caras. “Como un soldado, un corredor, un mayordomo”, parece decir, “No estoy avergonzado”.

Feliz es aquel cristiano que puede abandonar el mundo y dejar tal testimonio tras de sí. Una buena conciencia no salvará a ningún hombre, no lavará ningún pecado, y no elevará al cielo, ni tan siquiera en la anchura de un cabello, aunque una buena conciencia puede ser un visitante agradable al borde de nuestro lecho de muerte. Existe un buen pasaje en el Progreso del Peregrino que describe el paso del viejo Honesto a través del rio de la muerte. “El río,” dice Bunyan, “en ese tiempo sobrepasó sus bancos, pero el Señor Honesto a lo largo de su vida había hablado a una Buena Conciencia encontrarlo allí, lo cual él también hizo, y le tendió su mano y lo ayudó a cruzar”. Podemos estar seguros, que hay un tesoro de verdad en ese pasaje.

c. Escuchemos una vez más al apóstol. El mira hacia adelante al gran día del ajuste de cuentas, y lo hace sin ninguna duda. Marque sus palabras: “Me está guardada la corona de justicia, la cual me dará el Señor, Juez justo, en aquel día; y no sólo a mí, sino también a todos los que aman Su venida”. “Una gloriosa recompensa”, parece decir, “está lista para mi” – incluso esa corona que es dada sólo a los justos. En el gran día del juicio el Señor me dará esa corona a mí y todos aquellos otros que lo han amado como un Salvador no visto y han ansiado verlo cara a cara. Mi trabajo en la tierra ha terminado. Sólo hay una cosa que me queda por esperar y nada más”.

Observemos que el apóstol habla sin vacilación ni desconfianza. El se refiere a la corona como una cosa segura y como ya propia. Declara con una confianza inquebrantable su firme convicción de que el Juez justo se la dará. Paulo no era un extraño a las circunstancias y acompañamientos de ese solemne día al que hacía mención. El gran trono blanco, el mundo congregado, los libros abiertos, la revelación de todos los secretos, los ángeles que escuchaban, la horrible sentencia, la eterna separación de los perdidos y los salvados – todas esas eran cosas sobre las cuales estaba bien apercibido. No obstante ninguna de esas cosas lo conmocionaban. Su gran fe se sobreponía a ellas y sólo veía a Jesus, su Abogado predominante, y la sangre rociada y los pecados lavados. “Una corona”, dice, ”está dispuesta para mí”. “El Señor mismo me la dará”. Habla como si lo viera todo con sus propios ojos.

Esos son los principales puntos que estos versículos contienen. No hablaré de todos ellos porque quiero centrarme en un tema especial en esta exposición. Intentaré considerar tan solamente un punto del pasaje bíblico. Este punto es la potente “certeza de esperanza”, con la cual el apóstol espera su propio desenlace en el día del juicio.

Consideraré el tema sin dificultades pero, al mismo tiempo con temor y temblor. Siento que estoy pisando un terreno difícil y que es fácil hablar atolondradamente y sin base bíblica en esta materia. El camino entre la verdad y el error aquí es especialmente angosto, y si se me habilita a hacer el bien a algunos sin hacer daño a otros, estaré muy agradecido.

Expondré la realidad Escritural para una esperanza segura, así como explicare por qué algunos aún siendo salvos nunca la consiguen. También, explicaré por qué la promesa es deseable y remarcaré por qué es tan raramente adquirida.

Si no estoy demasiado equivocado, existe una intima conexión entre la verdadera santidad y la certeza. Antes de que cierre este mensaje, espero mostrar a mis lectores la naturaleza de esa conexión. Por ahora, me contentaré con decir que donde hay mucha santidad existe generalmente mucha certeza.

Traducido por Erika Escobar

jueves, 27 de junio de 2013

Aprendiendo a envejecer


por Arlina Cantu


Estos son 10 consejos muy útiles que nos ayudarán a recorrer nuestra edad madura y a aprender a envejecer conforme a la enseñanza Bíblica.



Alguien dijo por ahí que la diferencia entre un viejo y un anciano es que el viejo siempre se está lamentando de lo que vivió o dejó de vivir, y el anciano es el que siempre está agradeciendo a Dios todo lo que vivió o dejó de vivir.

Así pues, los consejos son:

1. Cuidarás tu presentación todos los días. Dice la Biblia en Proverbios 15:13 “El corazón alegre hermosea el rostro”. Entonces, vístete bien y arréglate como si fueras a una fiesta. ¡Qué más fiesta que la vida!

2. No te encerrarás en tu casa ni en tu habitación; nada de jugar al enclaustrado ni al preso voluntario.
Saldrás a la calle o al campo de paseo. Recuerda que Eclesiastés 3:11 dice que: “Dios todo lo hizo hermoso”., entonces, debemos disfrutar todo eso que Dios hizo para nosotros. No olvides que el agua estancada se pudre y la máquina inmóvil se enmohece.

3. Amarás el ejercicio físico como a tí mismo. La gimnasia es para el cuerpo lo que la fe para el alma; le da fuerzas y vigor. La Biblia dice en 1Corintios 3:16 que nuestro cuerpo es “templo del Espíritu Santo”; por tanto, para mantenerlo en forma, un rato de gimnasia o una caminata razonable – dentro o fuera de la casa – te ayudará bastante.

4. Evitarás actitudes y gestos de persona derribada; dice Eclesiastés 5:20 “No pensará mucho en los días de su vida, es decir, en su edad, porque Dios le llenará de alegría el corazón”. Entonces, la cabeza gacha, la espalda encorvada y los pies arrastrando no se verán nunca en tí; al contrario, que la gente diga un piropo cuando pases.

5. No hablarás de tu vejez ni te quejarás de tus achaques. Acabarás por creerte más vieja y más enferma de lo que en realidad estás, y te verán vacía. Nadie quiere estar oyendo de hospitales y medicinas. Dice Proverbios 20:29, “La hermosura de los ancianos es su vejez”.

6. Cultívate en el optimismo sobre todas las cosas. En 1Crónicas 16:10 dice: “Alégrese el corazón de los que buscan a Jehová”. Recuerda; al mal tiempo buena cara; sé positiva en tus juicios, de buen humor en tus palabras, siempre con el rostro alegre, amable con los demás; la vejez no es cuestión de edad, sino de ánimo.

7. Tratarás de ser útil a ti mismo y a los demás. Dice Eclesiastés 9:10 “Todo lo que te viniere a la mano para hacer, hazlo según tus fuerzas”. No debes ser un parásito ni una rama desgajada voluntariamente del árbol de la vida. Bástate a ti misma hasta donde te sea posible y ayuda con una sonrisa, con un consejo, con un servicio.

8. Trabajarás con tus manos y con tu mente; el trabajo es la terapia infalible. Cualquier actitud laboral, intelectual o artística, es medicina para todos los males. El trabajo es una bendición y el Señor Jesucristo nos da el ejemplo en Juan 5:17 “Mi Padre hasta ahora trabaja, y yo trabajo”.

9. Mantendrás vivas y cordiales las relaciones humanas, desde luego las que anidan dentro del hogar, integrando a todos los miembros de la familia; ahí tienes la oportunidad de convivir con todas las edades: niños, jóvenes y adultos, el perfecto muestrario de la vida y tienes también la oportunidad de ser como dice el profeta Isaías 58:11 “Serás como huerto de riego y como manantial de aguas, cuyas aguas nunca faltan”. Luego ensancharás tu corazón a los amigos, con tal de que los amigos no sean exclusivamente personas de tu edad. Huye del bazar de antigüedades.

10. Dejarás de pensar que todo tiempo pasado fue mejor. Deja de estar lamentando tu mundo y maldiciendo tu momento, porque dice Proverbios 15:13 que “Por el dolor del corazón, el espíritu se abate”. Alégrate entonces de que entre las espinas florezcan las rosas. Sé positiva, positiva siempre. Negativa, jamás. Debes ser como la luna: Un cuerpo opaco destinado a dar luz.

Y por último, piensa en la promesa dada por Dios en Isaías 40:30-31 que dice: “Los muchachos se fatigan y se cansan. Los jóvenes flaquean y se caen. Pero los que esperan en Dios tendrán nuevas fuerzas; levantarán alas como las águilas, correrán y no se cansarán; caminarán y no se fatigarán”.

ObreroFiel.com – Se permite reproducir este material siempre y cuando no se venda.

martes, 25 de junio de 2013

Mecánico del alma

Un día iba un hombre conduciendo su auto por una carretera solitaria, cuando de repente su auto se detuvo y no quiso andar mas. El hombre se bajo, abrió la puerta del capo para revisar el motor y ver que le pasaba al auto, pensando que lo podría arreglar ya que este era el auto de toda su vida. Pero después de un largo rato se dio cuenta que no encontraba la falla del motor. En ese instante apareció otro auto del cual se bajo un señor ofreciéndole su ayuda. Pero el dueño del auto dañado le dijo:

Este es el auto de toda mi vida lo conozco como a la palma de mi mano, y no encuentro la falla del motor, así que no veo como usted me puede ayudar ya que no lo conoce. El señor siguió insistiendo amablemente hasta que el dueño del carro averiado cedió y le dijo: esta bien mire haber si puede hacer algo, pero no creo pues este es mi auto.

El hombre se puso manos a la obra y en segundos encontró la falla del motor y lo puso en marcha. 
El dueño del carro quedo atónito y le pregunto ¿como hizo para arreglarlo si usted no conoce mi carro? a lo que el señor le contesto me llamo Juan Perez y fui yo quien invento el motor rotativo que usa su carro.

Cuantas veces decimos ¡Esta es mi vida! ¡Yo puedo solo! ¡No necesito ayuda! ¡Yo sé lo que hago!¡Yo solo resuelvo mis problemas! 

Al enfrentarnos a los problemas Pensamos que nadie nos puede ayudar pues es ¡Esta es mi vida!

Déjame preguntarte:

¿Quien hizo la vida?
¿Quien te creo?
¿Por que estas acá?

Solo el Autor de la vida te puede ayudar cuando te quedas varado en la mitad del camino.

Te doy sus datos por si alguna vez necesitas un buen mecánico

Nombre del mecánico del alma: Jesús
Dirección : El Cielo
Horario: 24 horas, 365 días al año, por toda la eternidad
Teléfono: No tiene, pero tiene un excelente oído y te puede escuchar cuando lo llames por su nombre.
Garantía: Por todos los siglos
Respaldo: Eterno 




"¿Cuáles son los atributos de Dios? ¿Cómo es Dios?"

Por Got Questions


¡La buena nueva, mientras tratamos de contestar esta pregunta, es que hay mucho que se puede descubrir acerca de Dios! Aquellos que examinan esta explicación pueden encontrar provechoso primero leerla completamente; luego volver y consultar pasajes seleccionados de la Escritura para una aclaración adicional. Las referencias de la Escritura son completamente necesarias, porque sin la autoridad de la Biblia, esta colección de palabras no serían mejores que la opinión del hombre; la cual por sí misma es a menudo incorrecta en la comprensión de Dios (Job 42:7). ¡Decir que es importante para nosotros tratar de entender cómo es Dios, es como una gran subestimación! El descuidarlo, probablemente va a ocasionar que se levante, persiga, y adore a los dioses ajenos lo cual es contrario a Su voluntad (Éxodo 20:3-5).


Solamente lo que Dios ha escogido de Sí mismo para ser revelado, puede ser dado a conocer. Uno de los atributos o cualidades de Dios es que El es “luz”, queriendo decir que El mismo nos revela la información de Sí mismo (Isaías 60:19, Santiago 1:17). La realidad de que Dios ha revelado conocimiento de Sí mismo no debería ser abandonada, no sea que alguno de ustedes no alcance a entrar en Su reposo (Hebreos 4:1). La creación, la Biblia, y el Verbo hecho carne (Jesucristo) van a ayudarnos a conocer cómo es Dios.



Comencemos entendiendo que Dios es nuestro Creador y que somos una parte de Su creación (Génesis 1:1, Salmos 24:1). Dios dijo que el hombre fue creado a Su imagen. El hombre está sobre el resto de la creación y le fue dado dominio sobre ella (Génesis 1:26-28). La creación fue estropeada por la “caída”, no obstante, echa un vistazo a Sus obras (Génesis 3:17-18); Romanos 1:19-20). Al considerar la inmensidad de la creación, la complejidad, la belleza, y el orden, podemos tener una sensación de lo impresionante que es Dios.



La lectura de algunos de los nombres de Dios, puede ser de ayuda en nuestra búsqueda de cómo es Dios. Veamos los siguientes:



Elohim – El Fuerte, Divino (Génesis 1:1)
Adonai – Señor, indicando una relación Maestro - siervo (Éxodo 4:10,13)
El Elyon – El Altísimo, El más Fuerte (Isaías 14:20)
El Roi – El Fuerte que ve (Génesis 16:13)
El Shaddai – Todopoderoso Dios (Génesis 17:1)
El Olam – Dios eterno (Isaías 40:28)
Yahvé – SEÑOR “Yo Soy”, lo cual significa el Dios Eterno, que existe independientemente de cualquier otro ser. (Éxodo 3:13,14).



Vamos a continuar examinando más de los atributos de Dios. Dios es eterno, lo cual significa que no tuvo principio y que Su existencia nunca va a terminar. El es inmortal, infinito (Deuteronomio 33:27; Salmos 90:2; 1ª Timoteo 1:17). Dios es inmutable, lo cual significa, que es inalterable; es decir que Dios es absolutamente digno de confianza y fidedigno (Malaquías 3:6; Números 23:19; Salmos 102:26,27). Dios es incomparable, lo cual significa que no hay nadie como Él en obras o existencia; es inigualable y perfecto (2ª Samuel 7:22; Salmos 86:8; Isaías 40:25; Mateo 5:48). Dios es inescrutable, lo cual significa que no tiene límite, no se lo puede llegar a conocer por completo, es insondable (Isaías 40:28; Salmos 145:3; Romanos 11:33,34).



Dios es imparcial, lo cual significa que no hace distinción de personas en el sentido de mostrar favoritismo (Deuteronomio 32:4; Salmos 18:30). Dios es omnipotente, lo cual significa que es todopoderoso; El puede hacer todo lo que le agrada, pero Sus acciones siempre estarán de acuerdo con el resto de Su carácter (Apocalipsis 19:6, Jeremías 32:17,27). Dios es omnipresente, lo cual significa que siempre está presente, en todas partes (Salmos 139:7-13; Jeremías 23:23). Dios es omnisciente, lo cual significa que conoce el pasado, presente y futuro, aún lo que estamos pensando en cualquier momento; puesto que conoce todo, Su justicia siempre será administrada imparcialmente (Salmos 139:1-5; Proverbios 5:21).



Dios es uno, lo cual significa que no solamente no hay otro, sino que también es el único en poder cubrir las necesidades más profundas y anhelos de nuestros corazones, y sólo El es digno de nuestra adoración y devoción (Deuteronomio 6:4). Dios es justo, lo cual significa que no puede y no va a pasar por alto la maldad; es debido a Su rectitud y justicia, que Jesús tuvo que experimentar el juicio de Dios. Nuestros pecados fueron puestos sobre El para que de esta manera fuéramos perdonados (Éxodo 9:27; Mateo 27:45-46; Romanos 3:21-26).



Dios es soberano, lo cual significa que es supremo; toda Su creación junta, a sabiendas o ignorando, no puede impedir Sus propósitos (Salmos 93:1; 95:3; Jeremías 23:20). Dios es espíritu, lo cual significa que es invisible (Juan 1:18; 4:24). Dios es una Trinidad, lo cual significa que es tres en uno, el mismo en substancia, poder y gloria por igual. Note que en el primer pasaje citado de la Escritura, “nombre” es singular aún cuando se refiere a tres Personas distintas – “Padre, Hijo, Espíritu Santo” (Mateo 28:19; Marcos 1:9-11). Dios es verdad, lo cual significa que está de acuerdo con todo lo que es, El va a permanecer incorruptible y no puede mentir (Salmos 117:2; 1ª Samuel 15:29).



Dios es santo, lo cual significa que está separado de toda corrupción moral y es hostil a ella. Dios ve todo el mal y esto lo enfada; el fuego usualmente es mencionado en la Escritura junto con la santidad. Dios es referido como un fuego consumidor (Isaías 6:3; Habacuc 1:13; Éxodo 3:2, 4, 5; Hebreos 12:29). Dios es afable – esto incluiría Su bondad, benevolencia, misericordia y amor – las cuales son palabras que dan tintes de significado a Su bondad. Si no fuera por la gracia de Dios, parecería que el resto de Sus atributos nos excluirían de Él. Afortunadamente este no es el caso, porque El desea conocernos a cada uno personalmente (Éxodo 22:27; Salmos 31:19; 1ª Pedro 1:3; Juan 3:16, Juan 17:3).



Esto ha sido solamente un modesto intento de contestar una gran pregunta de Dios. Por favor siéntanse grandemente animado a seguir buscándolo (Jeremías 29:13).




¿Tiene preguntas? Preguntas de la Biblia contestadas

miércoles, 19 de junio de 2013

La compasión, la misericordia y el amor de Dios

En este pasaje bíblico podemos ver la compasión, la misericordia y el amor de Dios, cuando reconocemos delante de Él que  hemos pecado. Pero tambien vemos como cae su enojo sobre el pecado.

2Reyes 22 (NTV)

Josías tenía ocho años cuando subió al trono y reinó en Jerusalén treinta y un años. Su madre se llamaba Jedida y era hija de Adaía, de Boscat. Él hizo lo que era agradable a los ojos del Señor y siguió el ejemplo de su antepasado David; no se apartó de lo que era correcto.

Durante el año dieciocho de su reinado, el rey Josías envió al templo del Señor a Safán, hijo de Azalía y nieto de Mesulam, secretario de la corte. Le dijo: «Ve a ver al sumo sacerdote Hilcías y pídele que cuente el dinero que los porteros han recaudado de la gente en el templo del Señor.Confía este dinero a los hombres que fueron designados para supervisar la restauración del templo. Así ellos podrán usarlo para pagar a los trabajadores que reparan el templo del Señor. Tendrán que contratar carpinteros, constructores y albañiles. También haz que compren toda la madera y la piedra labrada que se necesite para reparar el templo; pero no les exijas a los supervisores de la construcción que lleven cuenta del dinero que reciben, porque son hombres honestos y dignos de confianza».

Hilcías descubre la ley de Dios

El sumo sacerdote Hilcías le dijo a Safán, secretario de la corte: «¡He encontrado el libro de la ley en el templo del Señor!». Entonces Hilcías le dio el rollo a Safán, y él lo leyó.

Safán fue a ver al rey y le informó: «Tus funcionarios han entregado el dinero recaudado en el templo del Señor a los trabajadores y a los supervisores del templo». 10 Safán también dijo al rey: «El sacerdote Hilcías me entregó un rollo». Así que Safán se lo leyó al rey.

11 Cuando el rey oyó lo que estaba escrito en el libro de la ley, rasgó su ropa en señal de desesperación. 12 Luego dio las siguientes órdenes a Hilcías, el sacerdote; a Ahicam, hijo de Safán; a Acbor, hijo de Micaías; a Safán, secretario de la corte y a Asaías, consejero personal del rey:13 «Vayan al templo y consulten al Señor por mí, por el pueblo y por toda la gente de Judá. Pregunten acerca de las palabras escritas en este rollo que se encontró. Pues el gran enojo del Señor arde contra nosotros, porque nuestros antepasados no obedecieron las palabras de este rollo. No hemos estado haciendo todo lo que dice que debemos hacer».

14 Entonces el sacerdote Hilcías, Ahicam, Acbor, Safán y Asaías se dirigieron al Barrio Nuevo[a] de Jerusalén para consultar a la profetisa Hulda. Ella era la esposa de Salum, hijo de Ticvah, hijo de Harhas, el encargado del guardarropa del templo.

15 Ella les dijo: «¡El Señor, Dios de Israel, ha hablado! Regresen y díganle al hombre que los envió:16 “Esto dice el Señor: ‘Traeré desastre sobre esta ciudad[b] y sobre sus habitantes. Todas las palabras escritas en el rollo que el rey de Judá leyó se cumplirán, 17 pues los de mi pueblo me han abandonado y han ofrecido sacrificios a dioses paganos. Estoy muy enojado con ellos por todo lo que han hecho. Mi enojo arderá contra este lugar y no se apagará’”.

18 »Vayan a ver al rey de Judá, quien los envió a buscar al Señor, y díganle: “Esto dice el Señor, Dios de Israel, acerca del mensaje que acabas de escuchar: 19 ‘Estabas apenado y te humillaste ante el Señor al oír lo que yo pronuncié contra esta ciudad y sus habitantes, que esta tierra sería maldita y quedaría desolada. Rasgaste tu ropa en señal de desesperación y lloraste delante de mí, arrepentido. Ciertamente te escuché, dice el Señor. 20 Por eso, no enviaré el desastre que he prometido hasta después de que hayas muerto y seas enterrado en paz. Tú no llegarás a ver la calamidad que traeré sobre esta ciudad’”».

De modo que llevaron su mensaje al rey.

martes, 18 de junio de 2013

La actitud que debemos tener en los momentos adversos.

Hermoso pasaje bíblico que nos enseña y recuerda la actitud que debemos tener en los momentos adversos. Aprendamos del rey Ezequías.

2 Reyes 18

Ezequías confiaba en el Señor, Dios de Israel. No hubo nadie como él entre todos los reyes de Judá, ni antes ni después de él. Permaneció fiel al Señor en todo y obedeció cuidadosamente todos los mandatos que el Señor le había dado a Moisés. Por eso el Señor estaba con él, y Ezequías tuvo éxito en todo lo que hizo. Se rebeló contra el rey de Asiria y se negó a pagarle tributo. También conquistó a los filisteos hasta la lejana región de Gaza y su territorio, desde el puesto de avanzada más pequeño hasta la ciudad amurallada más grande.


13 En el año catorce del reinado de Ezequías,[c] Senaquerib, rey de Asiria, atacó a las ciudades fortificadas de Judá y las conquistó. 14 Entonces el rey Ezequías envió el siguiente mensaje al rey de Asiria que estaba en Laquis: «Yo he actuado mal. Si tú te retiras, te pagaré cualquier tributo que exijas». Así que el rey de Asiria exigió un pago de más de diez mil kilos de plata y mil kilos de oro.[d]15 Para reunir esta cantidad, el rey Ezequías usó toda la plata que estaba guardada en el templo delSeñor y en el tesoro del palacio. 16 Hasta quitó el oro de las puertas del templo del Señor y de los marcos de las puertas que había revestido con oro, y se lo dio todo al rey de Asiria.

17 Sin embargo, el rey de Asiria mandó desde Laquis a su comandante en jefe, a su comandante de campo y a su jefe del Estado Mayor[e] con un enorme ejército para enfrentar al rey Ezequías en Jerusalén. Los asirios tomaron posición de batalla junto al acueducto que vierte el agua en el estanque superior, cerca del camino que lleva al campo donde se lavan[f] telas. 18 Mandaron llamar al rey Ezequías, pero el rey envió a tres funcionarios a recibirlos: Eliaquim, hijo de Hilcías, administrador del palacio; Sebna, secretario de la corte; y Joa, hijo de Asaf, historiador del reino.

19 Entonces el jefe del Estado Mayor del rey asirio les dijo que le transmitieran a Ezequías el siguiente mensaje:
«El gran rey de Asiria dice: ¿En qué confías que te da tanta seguridad? 20 ¿Acaso crees que simples palabras pueden sustituir la fuerza y la capacidad militar? ¿Con quién cuentas para haberte rebelado contra mí? 21 ¿Con Egipto? Si te apoyas en Egipto, será como una caña que se quiebra bajo tu peso y te atraviesa la mano. ¡El faraón, rey de Egipto, no es nada confiable!
22 »Tal vez me digas: “¡Confiamos en el Señor nuestro Dios!”; pero ¿no es él a quien Ezequías insultó? ¿Acaso no fue Ezequías quien derribó sus santuarios y altares, e hizo que todos en Judá y en Jerusalén adoraran sólo en el altar que hay aquí, en Jerusalén?
23 »¡Se me ocurre una idea! Llega a un acuerdo con mi amo, el rey de Asiria. Yo te daré dos mil caballos, ¡si es que puedes encontrar esa cantidad de hombres para que los monten! 24 Con tu pequeño ejército, ¿cómo se te ocurre desafiar siquiera al contingente más débil de las tropas de mi amo, aunque contaras con la ayuda de los carros de guerra y sus conductores de Egipto? 25 Es más, ¿crees que hemos invadido tu tierra sin la dirección del Señor? El Señor mismo nos dijo: “¡Ataquen esta tierra y destrúyanla!”».
26 Entonces tanto Eliaquim, hijo de Hilcías, como Sebna y Joa le dijeron al jefe del Estado Mayor asirio:
—Por favor, háblanos en arameo porque lo entendemos bien. No hables en hebreo,[g] porque oirá la gente que está sobre la muralla.
27 Pero el jefe del Estado Mayor de Senaquerib respondió:
—¿Ustedes creen que mi amo les envió este mensaje sólo a ustedes y a su amo? Él quiere que todos los habitantes lo oigan porque, cuando sitiemos a esta ciudad, ellos sufrirán junto con ustedes. Tendrán tanta hambre y tanta sed que comerán su propio excremento y beberán su propia orina.
28 Después el jefe del Estado Mayor se puso de pie y le gritó en hebreo a la gente que estaba sobre la muralla: «¡Escuchen este mensaje del gran rey de Asiria! 29 El rey dice lo siguiente: “No dejen que Ezequías los engañe. Él jamás podrá librarlos de mi poder. 30 No permitan que los haga confiar en elSeñor diciéndoles: ‘Con toda seguridad el Señor nos librará. ¡Esta ciudad nunca caerá en manos del rey asirio!’.
31 »”¡No escuchen a Ezequías! El rey de Asiria les ofrece estas condiciones: hagan las paces conmigo; abran las puertas y salgan. Entonces cada uno de ustedes podrá seguir comiendo de su propia vid y de su propia higuera, y bebiendo de su propio pozo. 32 Me encargaré de llevarlos a otra tierra como ésta: una tierra de grano y vino nuevo, de pan y viñedos, de olivares y miel. ¡Escojan la vida y no la muerte!
»”No escuchen a Ezequías cuando trate de engañarlos al decir: ‘¡El Señor nos librará!’. 33 ¿Acaso los dioses de cualquier otra nación alguna vez han salvado a su pueblo del rey de Asiria? 34 ¿Qué les sucedió a los dioses de Hamat y de Arfad? ¿Y qué me dicen de los dioses de Sefarvaim, Hena e Iva? ¿Algún dios libró a Samaria de mi poder? 35 ¿Cuál de los dioses de alguna nación ha podido salvar alguna vez a su pueblo de mi poder? ¿Qué les hace pensar entonces que el Señor puede librar a Jerusalén de mis manos?”».
36 El pueblo se quedó en silencio y no dijo ni una palabra, porque Ezequías le había ordenado: «No le respondan».
37 Entonces Eliaquim, hijo de Hilcías, administrador del palacio; Sebna, secretario de la corte; y Joa, hijo de Asaf, historiador del reino, regresaron a donde estaba Ezequías. Desesperados rasgaron su ropa, entraron para ver al rey y le contaron lo que había dicho el jefe del Estado Mayor asirio.

2 Reyes 19

Cuando el rey Ezequías oyó el informe, rasgó su ropa, se vistió de tela áspera y entró al templo del Señor. Enseguida envió a Eliaquim, administrador del palacio; a Sebna, secretario de la corte; y a los principales sacerdotes, todos vestidos de tela áspera, a hablar con el profeta Isaías, hijo de Amoz. Ellos le dijeron: «El rey Ezequías dice: “Hoy es un día de dificultad, insulto y deshonra. Es como cuando un niño está a punto de nacer, pero la madre no tiene fuerzas para dar a luz. Tal vez el Señor tu Dios haya oído al jefe del Estado Mayor[a] asirio, que fue enviado por el rey para desafiar al Dios viviente, y lo castigue por sus palabras. ¡Te rogamos que ores por los que hemos quedado!”».
Una vez que los funcionarios del rey Ezequías le dieron a Isaías el mensaje del rey, el profeta respondió: «Díganle a su amo: “Esto dice el Señor: ‘No te alteres por ese discurso blasfemo que han pronunciado contra mí los mensajeros del rey de Asiria. ¡Escucha! Yo mismo actuaré en su contra,[b]y el rey recibirá un mensaje de que lo necesitan en su país. Así que volverá a su tierra, donde haré que lo maten a filo de espada’”».
Mientras tanto, el jefe del Estado Mayor asirio partió de Jerusalén para consultar al rey de Asiria, quien había salido de Laquis y estaba atacando a Libna.
Poco después, el rey Senaquerib recibió la noticia de que el rey Tirhaca de Etiopía[c] iba al frente de un ejército para luchar contra él. Antes de salir al encuentro de sus agresores, envió mensajeros de regreso a Ezequías, en Jerusalén, con el siguiente mensaje:
10 «Este mensaje está dirigido al rey Ezequías de Judá. No dejes que tu Dios, en quien confías, te engañe con promesas de que Jerusalén no caerá en manos del rey de Asiria. 11 Tú sabes perfectamente bien lo que han hecho los reyes de Asiria en todos los lugares donde han ido. ¡Han destruido por completo a todo aquel que se ha interpuesto en su camino! ¿Por qué serías tú la excepción? 12 ¿Acaso los dioses de otras naciones las han rescatado, naciones como Gozán, Harán, Resef y el pueblo de Edén que vivía en Telasar? ¡Mis antecesores los destruyeron a todos! 13 ¿Qué sucedió con el rey de Hamat y el rey de Arfad? ¿Qué les pasó a los reyes de Sefarvaim, de Hena y de Iva?».
14 Después de recibir la carta de mano de los mensajeros y de leerla, Ezequías subió al templo delSeñor y desplegó la carta ante el Señor. 15 En presencia del Señor, el rey hizo la siguiente oración: «¡Oh Señor, Dios de Israel, tú estás entronizado entre los poderosos querubines! Sólo tú eres el Dios de todos los reinos de la tierra. Sólo tú creaste los cielos y la tierra. 16 ¡Inclínate, oh Señor, y escucha! ¡Abre tus ojos, oh Señor, y mira! Escucha las palabras desafiantes de Senaquerib contra el Dios viviente.
17 »Es cierto, Señor, que los reyes de Asiria han destruido a todas esas naciones. 18 Han arrojado al fuego a los dioses de esas naciones y los han quemado. ¡Por supuesto que los asirios pudieron destruirlos, pues no eran dioses en absoluto! Eran sólo ídolos de madera y de piedra, formados por manos humanas. 19 Ahora, oh Señor nuestro Dios, rescátanos de su poder; así todos los reinos de la tierra sabrán que sólo tú, oh Señor, eres Dios».

Isaías predice la liberación de Judá

20 Después, Isaías, hijo de Amoz, le envió a Ezequías el siguiente mensaje: «Esto dice el Señor, Dios de Israel: “He oído tu oración con respecto al rey Senaquerib de Asiria, 21 y el Señor ha pronunciado estas palabras en su contra:
»”La hija virgen de Sión
    te desprecia y se ríe de ti.
La hija de Jerusalén
    menea la cabeza con desdén mientras tú huyes.
22 »”¿A quién has estado desafiando y ridiculizando?
    ¿Contra quién levantaste la voz?
¿A quién miraste con ojos tan arrogantes?
    ¡Fue al Santo de Israel!
23 Por medio de tus mensajeros, has desafiado al Señor.
    Dijiste: ‘Con mis numerosos carros de guerra
conquisté las montañas más altas,
    sí, las cimas más remotas del Líbano.
Corté sus cedros más altos
    y sus mejores cipreses.
Alcancé sus rincones más lejanos
    y exploré sus bosques más espesos.
24 Cavé pozos en muchas tierras extranjeras
    y me refresqué con sus aguas.
¡Con la planta de mi pie
    detuve todos los ríos de Egipto!’.
25 »”Pero ¿acaso no has oído?
    Yo lo decidí hace mucho tiempo.
Hace mucho que lo planifiqué,
    y ahora lo llevo a cabo.
Yo determiné que tú aplastaras ciudades fortificadas
    y las redujeras a un montón de escombros.
26 Por eso sus habitantes tienen tan poco poder
    y están tan asustados y confundidos.
Son tan débiles como la hierba,
    tan fácil de pisotear como tiernos brotes verdes.
Son como hierba que sale en el techo de una casa,
    que se quema antes de poder crecer alta y lozana.
27 »”Pero a ti te conozco bien:
    sé dónde te encuentras,
y cuándo entras y sales.
    Conozco la forma en que desataste tu furia contra mí.
28 Por esa furia en mi contra
    y por tu arrogancia, que yo mismo oí,
te pondré mi gancho en la nariz
    y mi freno en la boca.
Te haré regresar
    por el mismo camino por donde viniste”».
29 Luego Isaías le dijo a Ezequías: «Esta es la prueba de que es cierto lo que digo:
»Este año ustedes sólo comerán lo que crezca por sí mismo,
    y el año próximo comerán lo que de eso brote.
Sin embargo, el tercer año, plantarán cultivos y los cosecharán;
    cuidarán de sus viñedos y comerán de su fruto.
30 Y ustedes, los que quedan en Judá,
    los que han escapado de los estragos del ataque,
echarán raíces en su propio suelo,
    crecerán y prosperarán.
31 Pues desde Jerusalén se extenderá un remanente de mi pueblo,
    un grupo de sobrevivientes, desde el monte Sión.
¡El ferviente compromiso del Señor de los Ejércitos Celestiales[d]
    hará que esto suceda!
32 »Y esto dice el Señor acerca del rey de Asiria:
»“Sus ejércitos no entrarán en Jerusalén;
    ni siquiera lanzarán una sola flecha contra ella.
No marcharán fuera de sus puertas con sus escudos
    ni levantarán terraplenes contra sus murallas.
33 El rey regresará a su propia tierra
    por el mismo camino por donde vino.
No entrará en esta ciudad
    —dice el Señor—.
34 Por mi propia honra y por amor a mi siervo David,
    defenderé esta ciudad y la protegeré”».
35 Esa noche el ángel del Señor fue al campamento asirio y mató a ciento ochenta y cinco mil soldados. Cuando los asirios que sobrevivieron[e] se despertaron a la mañana siguiente, encontraron cadáveres por todas partes. 36 Entonces Senaquerib, rey de Asiria, levantó campamento y regresó a su propia tierra. Volvió a Nínive, la capital del reino, y allí se quedó.
37 Cierto día, mientras rendía culto en el templo de su dios Nisroc, sus hijos[f] Adramelec y Sarezer lo mataron a espada. Luego escaparon a la tierra de Ararat, y otro de sus hijos, Esar-hadón, lo sucedió en el trono de Asiria.(NTV)