Jesús Esperanza de Gloria

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sábado, 13 de abril de 2013

Joven, Guárdate del orgullo.

por J.C. Ryle

Sé muy bien que todas las almas están en un terrible peligro. No importa si son viejos o jóvenes, todos tienen una carrera que correr, una batalla que pelear, un corazón que mortificar, un mundo que vencer, un cuerpo que mantener sujeto, un diablo que resistir; y bien podemos decir: para estas cosas, ¿quién es suficiente? Con todo, cada edad y condición tienen sus lazos y tentaciones particulares, y es bueno conocerlos. Aquel que es prevenido se preparará con anticipación. Si tan sólo pudiera persuadirte a que estés en guardia contra los peligros que voy a mencionar, estoy seguro de que le haré un servicio esencial a tu alma. 

El orgullo es el pecado más antiguo en el mundo. Satanás y sus ángeles cayeron por el orgullo. No estaban satisfechos con su primer estado. De ese modo el orgullo proveyó al infierno sus primeros habitantes. El orgullo arrojó a Adán fuera del paraíso. El no estaba contento con el lugar que Dios le había asignado. Trató de exaltarse a sí mismo y cayó. De esta manera el pecado, el dolor y la muerte entraron en el mundo por el orgullo. 

Por naturaleza, el orgullo reside en el corazón de cada uno de nosotros. Nacemos orgullosos. El orgullo nos hace descansar satisfechos con nosotros mismos, nos hace pensar que somos lo suficientemente buenos de la manera que somos, nos hace tapar nuestros oídos ante el consejo, nos hace rechazar el evangelio de Cristo, hace que cada uno ande por su propio camino, a su manera. Pero el orgullo no reina en ningún lugar tan poderosamente como en el corazón de un hombre joven. ¡Cuán común es ver a los jóvenes impetuosos, arrogantes e intolerantes ante el consejo! ¡Con cuánta frecuencia son ofensivos y descorteses con todo lo referente a ellos, considerando que no son valorados ni honrados como ellos se merecen! ¡Cuán a menudo no se detienen a escuchar una sugerencia de una persona de más edad! Ellos creen que lo saben todo. Están llenos de engaño en cuanto a su propia sabiduría. Estiman como estúpidas, tontas y lentas a las personas de avanzada edad, y en especial a sus parientes. Presumen que no necesitan enseñanza ni instrucción: ellos entienden todas las cosas. Si se les habla, se ponen casi coléricos. Al igual que un potro, no pueden tolerar el menor indicio de control. Deben ser necesariamente independientes y seguir su propio camino. Parecen pensar como aquéllos a quienes Job mencionó: "Ciertamente vosotros sois el pueblo, y con vosotros morirá la sabiduría." (Job 12:2). Y todo esto es orgullo.  Tal es el ejemplo de Roboam, que menospreció el consejo de ancianos experimentados que habían estado delante de su padre, y prestó oído al consejo de los jóvenes de su generación (1 Reyes 12:1-14). El vivió para cosechar las consecuencias de su insensatez. Hay muchos como él.  Tal es el ejemplo del hijo pródigo en la parábola, el cual pidió la porción de bienes que le correspondía y se abrió paso por sí solo. El no podía sujetarse a vivir apaciblemente bajo el techo de su padre, sino que se iría a un lejano país y sería su propio amo. Como el niñito que deja la mano de su mamá y camina solo, pronto sufrió su necedad. Se tornó más sabio cuando tuvo que comer algarrobas con los cerdos (Lucas 15:11-21). Así como él hay muchos. 



Joven, te ruego encarecidamente, guárdate del orgullo. Se dice que hay dos cosas que raras veces se ven en el mundo: una es un joven humilde; la otra, un viejo contento. Me temo que este dicho es demasiado cierto. No te enorgullezcas de tus propias habilidades, de tu propia fuerza, de tu conocimiento, de tu apariencia, de tu ingenio. No te enorgullezcas de ti mismo ni de cualquier clase de talento que poseas. Todo esto proviene de no conocerte a tí mismo y al mundo. Mientras más viejo te pongas y más cosas veas, menos razones encontrarás para ser orgulloso. La ignorancia y la inexperiencia son el pedestal del orgullo. Una vez sea removido ese pedestal, caerá pronto el orgullo.  Recuerda cuan a menudo la Escritura expone ante nosotros la excelencia de un espíritu humilde. Cuan fuertemente somos advertidos a "no tener más alto concepto de nosotros mismos que el que debemos tener" (Romanos 12:3). Cuan claramente se nos dice: "Si alguno se imagina que sabe algo, aun no sabe nada como debe saberlo" (1 Corintios 8:2). Cuan estricto es el mandamiento: "Vestíos... de humildad" (Colosenses 3:12); y otra vez: "Revestíos de humildad" (1 Pedro 5:5). Que lástima, esta es una vestimenta de la cual muchos parecen tener tan sólo harapos. 

Piensa en el gran ejemplo que nuestro Señor Jesucristo nos dejó al respecto. El lavó los pies de los discípulos y dijo: "Ejemplo os he dado, para que como yo os he hecho, vosotros también hagáis" (Juan 13:15). Está escrito: "Por amor a vosotros se hizo pobre, siendo rico" (2 Corintios 8:9). Y otra vez: "Se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres; y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo" (Filipenses 2:7,8). Ciertamente, ser orgulloso es ser más como el diablo y el Adán caído, que como Cristo. Ciertamente, ser como El nunca puede ser algo de poco valor o motivo de congoja.  Piensa en el hombre más sabio que jamás haya existido; me refiero a Salomón. Nota como él habla de sí mismo, cómo "un niñito", como uno que no sabía "cómo entrar ni salir", o arreglárselas por sí solo (1 Reyes 3:7,8). Ese era un espíritu muy diferente al de su hermano Absalón, quien se consideró a sí mismo como inigualable: "¡Quién me pusiera por juez en la tierra, para que viniesen a mí todos los que tienen pleito o negocio, que yo les haría justicia!" (2 Samuel 15:4). Fue un espíritu muy diferente al de su hermano Adonías, quien se exaltó a sí mismo, diciendo: "Yo reinaré" (1 Reyes 1:5). La humildad fue el principio de la sabiduría de Salomón. El lo escribe como su propia experiencia: "¿Has visto hombre sabio en su propia opinión? Más esperanza hay del necio que de él" (Proverbios 26:12). 

Joven, graba en tu corazón las Escrituras aquí citadas. No estés tan confiado en tus propios juicios. Cesa de estar seguro de que siempre estás en lo cierto y los demás están equivocados. Desconfía de tu propia opinión cuando encuentres que esta es contraria a la de hombres más viejos que tú, y especialmente a la de tus padres. La edad proporciona experiencia y, por lo tanto, merece respecto. Fue una señal de sabiduría en Eliú en el libro de Job, el que "había esperado a Job en la disputa, porque los otros eran más viejos que él" (Job 32:4). Y después, dijo: "Yo soy joven, y vosotros ancianos: por tanto, he tenido miedo, y he temido declararles mi opinión. Yo decía: Los días hablarán, y la muchedumbre de años declararán sabiduría" (Job 32:6,7). La modestia y el silencio son gracias hermosas en la gente joven. Nunca sientas vergüenza de ser un aprendiz: Jesús fue uno a los doce años; cuando fue hallado en el templo, estaba "sentado en medio de los doctores de la ley, oyéndoles y preguntándoles" (Lucas 2:46). Los hombres más sabios te dirán que son aprendices, y que son humillados al darse cuenta, después de todo, de lo poco que saben. El gran Sir Isaac Newton solía decir que él no era más que un niñito que había recogido unas pocas piedras preciosas en la orilla del mar del conocimiento. 

Joven, si tú has de ser sabio, si has de ser feliz, recuerda la advertencia que te doy: Guárdate del orgullo. 

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